La UNAM ya no es de las cien mejores universidades del mundo. Tampoco es la mejor universidad en Latinoamérica. ¿Quién lo dice? El QS World University Ranking 2026, en una medición publicada el pasado 19 de junio. ¿Cuál es la mejor, según su evaluación?
La educación en el país está pensada para formar obreros de manera rápida, no para crear científicos ni profesionistas con una carrera académica brillante.
El Instituto Tecnológico de Massachusetts, ubicado en Boston, Estados Unidos. El segundo lugar lo ocupa el Imperial College London, del Reino Unido. En tercer lugar, la Universidad de Stanford, de Estados Unidos. En cuarto lugar, la Universidad de Oxford, del Reino Unido. Y en quinto lugar, la Universidad de Harvard, de Boston, Estados Unidos. Dicen las notas de la prensa: “La UNAM perdió 42 puestos, lo que representa su resultado más bajo en una década”. ¿Gracias a la 4T? En buena medida, sí.
El ranking analizó más de mil 500 universidades de cien países. Desde luego, como todo en el mundo del capital, el ranking tiene sus preferencias y no hay que ir muy lejos en el análisis para entenderlo: las mejores son de Estados Unidos y del Reino Unido, así como de aliados económicos del primero.
Sin embargo, debe tomarse en cuenta porque evalúa aspectos clave en la educación universitaria. ¿Cuáles son? Investigación: analiza la reputación académica y las citas por facultad. Empleabilidad: analiza tanto el índice de empleabilidad del alumnado como la reputación de la institución como empleador. Aprendizaje: observa la proporción docente/estudiante. Vinculación global: considera los convenios con otras universidades a nivel mundial, así como la presencia de estudiantes y profesores internacionales. Sostenibilidad: analiza desde proyectos ambientales en el campus hasta iniciativas de diversidad, gobernanza institucional e investigación académica orientada a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Bajo esa medida, la UNAM salió del top 100 (un poco bajo ya de por sí): pasó del lugar 94 al 136. Y bajó del primer al segundo lugar en América Latina, superada por la Universidad de Buenos Aires. Dentro de las 200 mejores del mundo se encuentra el Tec de Monterrey, en el lugar 187.
“Otras universidades en México se encontraron más atrás en el ranking, como la Universidad Panamericana (UP) entre el puesto 701 y 710; el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) entre las posiciones 800-900; y el Colegio de México entre el puesto 901-950”.
Es realmente triste ver que las mejores escuelas públicas de nuestro país (como la UNAM o el Poli), así como las privadas (como el Tec, el ITAM o el Colmex), estén tan rezagadas —según el ranking que comentamos— con respecto a los centros universitarios más importantes del mundo como el MIT o Harvard. ¿La UNAM en el lugar 136? ¿El Colmex cerca del lugar 950? Ya mejor no preguntemos de la BUAP, por ejemplo.
Muchos mexicanos nos malacostumbramos a sentirnos orgullosos porque nuestra máxima casa de estudios “está dentro de las mejores cien del mundo”. Nos conformamos con que no somos los mejores, pero estamos cerca de los mejores. Nos acercamos a ellos. Y también decíamos con orgullo: “Ah, pero en América Latina es la mejor”. Pero ahora ya ni eso. Nuestra UNAM no es de las mejores cien y no es la mejor en América Latina.
El proceso de colonización cultural, de sometimiento ideológico con respecto a los gringos o a los países europeos, nos ha hecho bastante daño en nuestras cabezas y nuestro cerebro.
Buena parte de los mexicanos piensa —porque así nos han educado las redes sociales, la televisión, la radio, la prensa, el cine, la religión, la escuela y el propio gobierno— que lo mejor está en Estados Unidos o en Europa: hay que irnos a vivir a Nueva York, hay que comprar ropa o calzado americano (la famosa paca), hay que consumir la música gringa porque es la de moda, hay que querer ser como los de Hollywood y arreglarnos la cara y el cuerpo como ellos, hay que ver cine americano, hay que estar en las redes sociales todo el tiempo viendo qué se hace en Estados Unidos.
Esa mala educación gringa nos ha alejado de nuestra propia cultura, de nuestras tradiciones, de nuestra bellísima música popular, de nuestro folclor, del gran tesoro literario que ha florecido en México desde antes de la llegada de los españoles, de nuestra poesía y de lo grande e imponente que fueron nuestras culturas indígenas antes de la conquista, con las matemáticas, la ciencia, la astronomía y la lengua. Y todo eso lo vemos ahora con desprecio.
Nos han hecho querer olvidar nuestras raíces y vemos despectivamente lo que fuimos. Y nos dicen: sean como nosotros. Y muchos sí quieren ser como los gringos.
Por esa pésima forma de ver la vida, estamos de acuerdo con que la UNAM “esté entre las mejores 100 universidades del mundo, porque los gringos son lo mejor con su Harvard”. Pero no debería ser así. ¿O por qué sí debería ser así? No, de ninguna manera.
La UNAM, el Poli, la UAM, la BUAP o cualquier universidad pública de nuestro país debería estar peleando los primeros lugares a nivel mundial, escuelas a las cuales los gringos o los europeos o los rusos o los chinos quisieran entrar e hicieran fila para aplicar examen. Deberían ser centros de estudio con una infraestructura de lujo, con salones acondicionados para el buen aprendizaje, con laboratorios equipados, con bibliotecas gigantescas y acondicionadas para sentarse durante varias horas a hacer tarea, investigar o leer, con salas de práctica en las áreas que así lo necesitan, con maestros de muy alto nivel, con estudios de maestría y doctorado, que hayan publicado libros o que estén haciendo investigaciones o prácticas de su especialidad, con salones de arte y canchas deportivas para complementar la educación y el desarrollo de todas nuestras capacidades. Así debería ser.
Pero no es así. En realidad, la UNAM y su lugar 136 cargan el peso de la pésima política educativa del país: mala infraestructura, maestros mal pagados y malos resultados, que son el reflejo de un gobierno que pone como secretarios de educación a verdaderos asnos que no saben sumar o leer y que, desde luego, no se preocupan por impulsar la educación popular en serio. Aunque, yendo a fondo, esos asnos tampoco son los culpables de todo; ellos mismos son una consecuencia de un sistema económico que busca formar obreros, no científicos.
En México, en este 2024, se destinó el 3.1 % del Producto Interno Bruto a la educación, cuando los estándares internacionales indican que el mínimo requerido debería ser entre el 4 y el 6 %. ¿Por qué? Porque la educación en México no está pensada para formar jóvenes que destaquen en las ciencias ex actas, en ciencias naturales, en las ciencias sociales, en el deporte, en las artes.
La educación en México no está pensada para formar hombres y mujeres con una carrera académica brillante, ni con maestrías o doctorados. La educación en el país está pensada para formar obreros de manera rápida.
El promedio de años escolares en el país es de 10.3, lo que indica que, en promedio, los mexicanos han cursado un nivel educativo equivalente al primer grado de bachillerato. Si los mexicanos no terminan la preparatoria, ¿vale la pena invertirle a la UNAM? Claro que no, responden desde el poder. Al gobierno no le interesa invertir en sus escuelas de nivel superior porque no esperan universitarios, sino obreros.
Es necesario un cambio radical en la política educativa del país y eso también logrará que nuestra máxima casa de estudios se convierta en una de las mejores universidades del mundo para beneficio de los jóvenes mexicanos. Ese cambio no lo hará la 4T, porque Morena es un partido que le sirve a los empresarios que nos quieren trabajando como sus obreros.
Así que ese cambio sólo lo puede hacer el pueblo pobre, cuando tome el poder político del país. Urge, entonces, organizar y politizar a los mexicanos pobres para formar un partido político con el que podamos gobernar a México. Esa es la única salida.
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