Cada 6 de junio, comisiones de antorchistas de todo el país asistimos a Tecomatlán, Puebla, cuna del Movimiento Antorchista, para recordar a nuestros compañeros que dedicaron su vida a la lucha por la consecución de un país más justo y más generoso con la gente sencilla de nuestra patria.
Recordar a nuestros camaradas y hermanos que murieron en la lucha, y recordarlos con alegría y compromiso a plena luz, es un deber de los hombres y mujeres buenos; es un deber de amor.
Parafraseando a Pablo Neruda, hay que decir que recordar a nuestros camaradas y hermanos que murieron en la lucha, y recordarlos con alegría y compromiso a plena luz, es un deber de los hombres y mujeres buenos, es un deber de amor.
La lista seguramente suma ya algunos cientos, pero eso no debe arredrarnos; al contrario, es prueba de que, cuando se lucha en serio y con un gran compromiso, como lo hacen los antorchistas, la vida puede quedar en ella.
En esta ocasión, dicho evento se realizará este domingo 8 de junio. Se hará un pase de lista de nuestros caídos; enseguida se realizará un programa político-cultural en homenaje a nuestros muertos, y los vivos refrendaremos nuestro compromiso de lucha con los más pobres de este país.
En ese digno contingente de héroes civiles que se nos adelantaron en el camino, se encuentra inscrito Pedro Arturo Marín Arroyo, integrante de pleno derecho, formado por miles que todos los días acuden a las zonas pobres para hacer crecer la conciencia del pueblo, organizar su resistencia a los abusos del poder, desatar rebeldías y encauzarlas en un gran torrente de millones de mexicanos que juntos construyan un país mejor para sus hijos.
Arturo Marín Arroyo dedicó los últimos 24 años de su vida a organizar obreros y campesinos: primero en Puebla, su estado natal, luego en Chiapas y finalmente en Yucatán, donde lo sorprendió la muerte.
Nuestro compañero fue un hombre sencillo y destacado luchador social, que murió a los 47 años de edad, víctima de la pandemia de covid-19 que, debido a la ineptitud del gobierno de la Cuarta Transformación para controlarla, provocó la muerte de cientos de miles de mexicanos.
La corta pero fructífera vida de Arturo, quien desplegara sus últimos ocho años de labor organizativa entre los yucatecos más desvalidos, se materializó en acciones de bienestar material y espiritual que les cambiaron el rostro a colonias populares y comunidades pobres, con acciones de vivienda, electrificaciones, pavimentaciones de calles, aguas potables, escuelas, albergues estudiantiles, casas de cultura, entre otras.
Por eso, su accionar debe servir de ejemplo y empuje para quienes nos quedamos realizando la tarea, porque no hay mejor forma de recordarlo que lograr que el antorchismo en la entidad se multiplique y aumente muchas veces su calidad, para estar a la altura del reto que la realidad nos pone enfrente: organizar y educar a la mayor cantidad de yucatecos pobres.
Que el ejemplo de nuestros compañeros, entre ellos Arturo, sea el acicate para que quienes tenemos vida y compromiso de cambiar las cosas para bien de las grandes mayorías de este país, nos esforcemos en hacer la parte que nos corresponde en la consecución de un país más noble y generoso con todos sus hijos.
Antorchistas yucatecos: los llamo a no cejar en nuestro intento por conquistar mejores condiciones de vida, como no lo hicieron en vida nuestros compañeros caídos; antes bien, dispongámonos a seguir hombro con hombro esta lucha, que no es en favor de alguien en particular, sino por la consecución de una vida más humana para todos.
Si nos mantenemos unidos y organizados, y luchamos cada vez más, levantando la bandera de quienes dejaron la vida en esta lucha, estoy segura de que lograremos que las autoridades de los distintos niveles de gobierno, que han hecho oídos sordos a nuestros reclamos, sabrán que, aunque no resuelvan nuestras demandas, la inconformidad crece, y que más temprano que tarde también les pasarán la factura.
Que no se confíen los gobernantes: el pueblo necesita de un gobierno que distribuya la riqueza social que se produce, que vele por el bienestar de todos sus ciudadanos, acciones que hasta ahora ningún gobierno, aunque se diga gobierno de los pobres, realiza.
El pueblo mexicano debe inconformarse con las injusticias y atrocidades que ocurren todos los días en nuestro país y actuar en consecuencia, constituyendo una poderosa fuerza popular organizada, capaz de cambiar los rumbos de esta sufrida patria, ya que solamente así podrá contenerse el monstruoso incremento de la pobreza, de la violencia como la que ocurre en Sinaloa y en otras entidades del país, los homicidios, las desapariciones forzadas de personas, el deterioro de los sistemas de salud, de educación y la marginación que padecen quienes carecen de servicios y vivienda digna, entre otros males.
Que esta conmemoración de nuestros mártires renueve nuestro compromiso y nuestro trabajo. Adelante, antorchistas, a levantar en alto el estandarte y compromiso de lucha de nuestros compañeros caídos.
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