Cuando uno supondría que, luego del terrible revés electoral que sufrió el PRI en Sonora en las pasadas elecciones hace un año, los priistas reconsiderarían, para corregirlas, las actitudes políticas que tomaron por décadas en contra de su programa y declaración de principios, y que llevaron al pueblo pobre al hartazgo y prácticamente a vomitar al tricolor; cuando sería lo más lógico que, además, los priistas de otros estados se solidarizaran entre sí y con los sonorenses y construyeran una fraternidad más sólida, que restañara las heridas; cuando incluso es una necesidad política del PRI mostrar unidad y dar confianza a los electores para que regresen a él, para seguir activos y actuantes como alternativa política sonorense; cuando el Gobierno de Pavlovich requiere que los pocos que votaron a su favor, no sólo lo sigan haciendo sino que aumenten su número para tener una base social que le permita enfrentar la terrible caída de la economía sonorense a casi 0% de crecimiento y remontarla de inmediato; cuando más sed tiene la calurosa y sedienta Sonora, el obstinado gobernador priista del estado de Hidalgo, Omar Fayad, le arrebata el agua fresca de la renovación política al machucar y atropellar a su propio pueblo: con ello le da un tiro de gracia a la confianza que aún pudiera existir en esta entidad hacia su partido. ¿Por qué? Porque las cosas no están desligadas entre sí, ni los fenómenos políticos tampoco. Lo que haga un gobernador de un partido afecta positiva o negativamente a ese partido en todo el país. A los pobres, de igual manera, por ejemplo, nos daña la desunión de los pobres que habitan en otros estado o, por el contrario, nos ayuda mucho su fortaleza organizativa. Y en Sonora nos damos perfecta cuenta de lo que en Hidalgo acontece, no estamos sordos como para no escuchar el clamor de nuestros compañeros de allá, que denuncian el terrible olvido y la falta de cumplimiento de compromisos de Omar Fayad, sus acciones represivas físicas y administrativas, sus desplantes y comentarios peligrosos que ponen en peligro la vida de nuestros camaradas; ni somos mudos como para no corear junto con ellos su denuncia y cantar al unísono que somos un solo hombre y un solo ideal, y que por eso lo que a ellos les hagan nos lo hacen también a nosotros.
Ni modos, pero se tiene que decir que la desilusión de los hidalguenses con el proyecto priista que ganó las elecciones para gobernador socava en Sonora la confianza que aún pueda haber en el PRI. El hidalguense es un gobierno que ahora se declara abiertamente enemigo del pueblo trabajador y que se niega a querer tratar con sus organizaciones: ahora, cuando nuestros hermanos de lucha ya van para 90 días en plantón en Pachuca, exige que hagan sus gestiones ¡de uno por uno!, con lo que pretende destruir la organización popular. ¡Y se supone que es el partido de la justicia social, heredero de la Constitución de 1917 y de su Revolución, con la que ganamos el derecho de organización y de manifestación! ¿Y entonces? ¿Está Fayad poniendo ejemplo para que así traten en Sonora a los humildes organizados? Porque en Sonora los antorchistas exigimos lo mismo que los hidalguenses: aguas potables, electrificaciones, drenajes, pavimentaciones, escuelas, maestros, salud. ¿Cómo debemos interpretar el hecho de que nuestra organización ingresó desde octubre de 2018 un pliego petitorio al Gobierno de Claudia Pavlovich y a la fecha no ha visto aún a qué se puede comprometer y nos habla de realizar estudios y proyectos que no vemos materializados en obras?
Muy flaco favor les hace a sus copartidarios sonorenses el Gobernador de Hidalgo, Omar Fayad. Lejos quedaron los tiempos en que un gobernante podía hacer y deshacer impunemente y nadie en el país sabía de sus crímenes, sino hasta mucho tiempo después. Hoy, en cambio, Fayad declara una injusta campaña de desprestigio contra líderes antorchistas y en Sonora ya nos estamos enterando a las pocas horas que la orden salió de sus habitaciones. Pues con esa misma rapidez cunde la desilusión también aquí, cuando más necesita la gobernadora lo contrario. Miles de sonorenses lo comentamos en nuestras asambleas semanales y con decenas de miles más en nuestras casas y le hacemos esta pregunta a Fayad: ¿Y la institucionalidad? ¿Y el Estado de Derecho? ¿Qué acaso no hay un pacto nacional desde 1917 que garantiza a los pobres nuestro derecho a ser actores de la actividad estatal y del reparto de la riqueza a través del gasto social del propio Estado? ¿O para qué construimos desde hace 100 años esta nación? Violar este pacto nacional es una gran irresponsabilidad que nos pone al borde del caos: es una agresión. Se supone que estamos de acuerdo en que asesinar a los programas sociales como lo está haciendo el neoliberal embozado de López Obrador, y sustituirlos por su electorero plan de dar dinero en efectivo equivale a dar limosnas y es un absurdo económico. Pero entonces, en ese caso, las clases pobres afectadas por los recortes obradoristas deberían tener un apoyo en los gobiernos priistas, sin embargo...sólo le dan de palos a la confianza popular.
En este México tan revuelto que nos tocó vivir, hemos llegado a un momento inaudito en Hidalgo: miles de ciudadanos han tenido que llegar al extremo de pedir al tirano Omar Fayad, que resuelva o se retire, que renuncie, y convocan a poner otro gobernador que resuelva los problemas de los pobres, un gobernador que no agreda ni amenace, que no sea insensible y arrogante, que no pretenda desanimar, asustar y dividir a los antorchistas hidalguenses y que gaste dinero público en obras y servicios para los humildes. A esos extremos condujo Fayad a su pueblo.
Pues aquí lo denunciamos también, aquí en Sonora nos sumamos a la exigencia de que Fayad resuelva o se vaya. Los antorchistas sonorenses, como los de Hidalgo, queremos un país nuevo y por eso luchamos, por eso somos sus compañeros, ¡por eso somos Antorcha!
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