A lo lejos, entre plantas de café y el verdor de la serranía se ubica la casa de Miguel Vega García, padre de ocho hijos y herrero de oficio. Vive en la comunidad de Vicente Guerrero, una de las más grandes del municipio de Olintla.
Llegamos a su casa. A la entrada, una mesa con herramientas nos indica su oficio. Sentado, con su hijo más pequeño en brazos, nos cuenta sobre el trabajo incansable que realiza día a día, junto con su familia, para solventar los gastos de la casa.
En entrevista, don Miguel relata que su oficio es de albañil, sin embargo, no es suficiente, porque los gastos son muchos y más los imprevistos, por ello, ha tenido que buscar otro oficio: el de herrero. Con esfuerzo ha instalado un pequeño taller ubicado en un espacio de su casa, el cual le ha costado muchos años de dedicación y con el que ha levantado a su familia.
Don Miguel, ¿a qué se dedica y cómo le ha ayudado su oficio a enfrentar la situación económica actual?
—Mayormente me dedico a la construcción, cuando no tengo trabajo, pues me dedico a la herrería, ya que todas mis hijas están en la escuela y son muchos los gastos. Tenemos desde la primaria, secundaria y una está en la universidad. En el bachillerato tengo a dos y en la universidad a una, la mayor.
Trabajo aquí. Cuando consigo trabajo ya me dedico a la construcción y, pues, las que me ayudan son mis hijas; son las que me ayudan en la preparación de la mezcla, en el armado de las cadenas y en el colado; es a lo que se dedican ellas para ya no meter chalanes, entonces el pago que se lleva el chalán ya se lo ganan ellas.
La situación es que el pago es por contrato y nada más cuando hay y, si no, nos dedicamos a la herrería. En la construcción, cubriendo el tema de los chalanes me ayudan mis hijas, el recurso destinado para el trabajador se nos queda a nosotros. Un aproximado de 3 mil 500 para mí y ya el chalán que se lleva mil 500 pesos, es lo que se gana a la semana, si hay trabajo.
Gracias a Dios, ahorita en esta casa todos trabajamos, porque sólo así podemos salir adelante. Mi esposa se dedica a la elaboración de morrales, mecapales; entonces, lo que hacen mis hijas es llegar a comer, hacen la tarea y si tienen tiempo ayudan a la mamá. Los morrales y los mecapales también se hacen por pedido, se levanta el pedido y ya lo entregamos por mayoreo. Por ejemplo, en estas vacaciones mis hijas me ayudaron en el corte de la pimienta, entonces ahí vamos porque sí son muchos gastos, tenemos que ir ahorrando, aunque no siempre se puede.
¿Sus hijas reciben alguna beca que les ayude a menguar los gastos de su educación?
—Hasta ahorita no tenemos apoyo del gobierno. Las chicas, que ya ingresaron al bachillerato, ya se registraron para la beca, pero en sí, nunca nos llega ningún apoyo. Hasta ahorita que se dio de alta la de la secundaria, apenas ya recibió su tarjeta, se supone que a fines de este mes ya le hacen su depósito.
En la primaria también tenemos a los niños, pero no están registrados para las becas. Todo lo cubrimos nosotros; en el caso, por ejemplo de salud, hay ocasiones donde hemos recurrido a particular, porque las clínicas están muy abandonadas, no hay medicamentos, dan, pues, una mala atención; preferimos no ir y optamos por ir a particular. Hay momentos donde la enfermedad llega en el momento menos esperado, pero tenemos que conseguir el dinero para darle prioridad al enfermo, tenemos que conseguir el dinero y a muchos nos pasa.
En este sentido, ¿qué opina del sistema de salud?
—Pues, dicen que le invierten a la salud, pero yo pienso, en mi opinión, que en la ciudad a lo mejor sí, pero en las rancherías como nosotros aquí, pues es difícil que llegue personal y que atienda bien. Que desde arriba vengan a inspeccionar lo que nos dan aquí, porque la verdad lo que nos dan solamente es el papel para comprar los medicamentos; todo se compra, ya lo único en que nos ayudan aquí es para los estudios de sangre.
Aquí en la comunidad tenemos cerca una clínica, tiene doctor y tratan de dar buena atención a veces, pero lo importante es que tenga medicamentos y no los hay. Entonces ése es otro gasto.
Frente a esta situación ¿qué le queda a las familias mexicanas?
—Trabajar y trabajar. Hay que organizarnos y luchar porque la vida está difícil. Ahorita yo estoy con lo de las puertas en la herrería, porque no hay trabajo. En el caso de la herrería se le tiene que meter más inversión, porque todo prácticamente es comprado y después ya se cobra nada más lo que es la mano de obra, para eso, meto mi pedido, el materialista se encarga de traerme el material hasta aquí. Me pidieron unas puertas y es lo que estamos haciendo, así es como vamos saliendo adelante.
Yo entrego el trabajo más o menos una semana, pero cuando es mucho sí me tardo unos 15 días. Al principio se cobra el 50% al hacer el contrato, además también se puede usar para invertir en algún material, cuando se entrega el pedido se cobra la otra mitad. Se gana unos 4 mil pesos, pero con eso hay que sobrevivir. Sí hay trabajo, nos va bien, pero si no, eso hay que estirarlo.
Esta situación —pieno cuando termina la entrevista— es la realidad que la gran mayoría de los mexicanos vive todos los días. Trabaja no sólo el jefe de familia, sino todos o la mayoría de los integrantes para poder solventar los gastos diarios. Si tienen problemas de salud, deben buscar por sus propios medios para poder acceder al servicio, pues ya no existe el seguro popular que podía dotar de algunos medicamentos a los pacientes. En educación, a pesar de que se han destinado becas para los alumnos, hay varios que no son beneficiarios. Ante la falta de estos servicios, que además son derechos de todos los mexicanos, las familias se ven obligadas a trabajar y a ir priorizando los gastos.
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