Sin caer en el amarillismo, podemos confirmar que no cabe duda de que en México todos los días son de muertos. La violencia, los homicidios y la impunidad son un serio problema de seguridad pública que, lejos de disminuir, se agrava.
Uno de los incrementos más destacados en la delincuencia son los homicidios. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), reportó más de 35 mil 625 homicidios en 2020, una cifra que aumenta casi cinco por ciento en comparación con el año anterior. Además, los datos oficiales del gobierno muestran que la tasa de homicidios pasó de 8.1 por cada 100 mil habitantes en el año 2000 a alrededor de 29 por cada 100 mil habitantes en 2021. Esto representa una escalada sustancial de los delitos violentos en los últimos veinte años en el país.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU 2025) elaborada por el INEGI, el 63 por ciento de los mexicanos siente inseguridad en sus ciudades. Las ciudades con mayor percepción de inseguridad son Culiacán con el 90.8 por ciento; seguidas de Ecatepec con 90.7; Uruapan con 89.5; Tapachula con 88.1 y Ciudad Obregón, con 88 por ciento.
Por su parte, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2025, se registraron 7,399, lo que supone un aumento del 18 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2024. Desde el inicio del registro, México ha acumulado más de 133 mil casos de personas desaparecidas, con un incremento de más de 5,000 casos sólo en el último trimestre. De ese total, aproximadamente el 44.3 por ciento se concentra en el Estado de México con 14,500 casos, Jalisco con 14,263 y Tamaulipas con 13,488.

La percepción de inseguridad también muestra contrastes por género: siete de cada 10 mujeres temen sufrir un acto violento, mientras que seis de cada 10 mexicanos consideran inseguro vivir en su ciudad.
Más allá de las cifras, la realidad del crimen organizado sigue golpeando a nivel local, como lo demuestran los hechos recientes, el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez y el incremento de homicidios dolosos y robos de vehículos en la Mixteca de Puebla.
A pesar de que las cifras oficiales, difundidas por el Gobierno Federal a través de sus organismos, “muestran algunos avances”, la realidad que percibe la ciudadanía denuncia lo contrario en redes sociales, lo que evidencia una profunda desconexión entre cifras oficiales y el acontecer ciudadano.
Pero, esta situación no puede explicarse únicamente por la ausencia de policías, leyes o estrategias gubernamentales. Reducir el problema a una falla gubernamental es quedarse en la superficie. La raíz de la violencia en México es más profunda y estructural.

La gran desigualdad que se vive hoy en día en México y, prácticamente en todos los rincones del mundo, tiene su raíz en la naturaleza misma del sistema económico capitalista, un sistema que tiende a concentrar más y más la riqueza en manos de una minoría, mientras condena a la gran mayoría a la pobreza. Esta desigualdad genera frustración social y marginalidad, condiciones que alimentan la violencia.
A esto se suman salarios de hambre, la falta de empleos dignos y las carencias en salud y vivienda; bajo estas condiciones surge la alienación. El ciudadano frustrado pierde sentido y propósito, y es empujado, en su gran mayoría, por necesidad o desesperación, a integrarse en actividades ilícitas como el narcotráfico, la violencia o el robo.

El Estado, regido por esta forma de producción, prioriza de manera natural la protección de los intereses económicos antes que la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. Por ello, debemos preguntarnos en manos de quién está la solución de éste y todos los problemas que brotan de esta raíz. Sin duda, está en la mayoría, en los trabajadores mexicanos. En ella reside la fuerza para organizarse, exigir y construir un país distinto. No basta con lamentarnos, es momento de actuar, de unirnos y de exigir el derecho más básico que tiene todo ciudadano que es el de vivir con dignidad, de lo contrario en México, los días siguen y seguirán siendo de luto.
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