El 2 de diciembre del año 2013, el municipio del Mezquital fue centro de los reflectores locales y nacionales, por la llegada del presidente Enrique Peña Nieto, para hacer entrega oficial de la carretera de 197 kilómetros, que atraviesa toda la sierra del municipio, comunicando a los estados de Durango y Nayarit, después de más de 17 largos años de trabajo, que, para muchos, fue un acto de justicia a los pueblos indígenas que habían sido marginados por siglos y que lo siguen siendo, diría yo.
Hoy, a poco más de 4 años, volvimos a ser noticia a nivel nacional, ahora por un gran socavón que se generó en medio de la carretera, en las cercanías de Huazamota, limítrofe a Nayarit, problema que dejó incomunicadas decenas de comunidades como la ya mencionada Huazamota, Brasiles, San Antonio de Padua, y muchas otras.
La situación es grave no por el socavón (también), sino porque además de que nunca se terminó la carretera -pues dejaron varios trechos de terracería-, ésta ya se encuentra prácticamente intransitable. Se registran tramos en que solo se puede transitar por un solo carril, situación que representa serios problemas y un peligro por los derrumbes y hoyos que se han generado, prácticamente desde antes de la inauguración.
La SCT (Secretaría de Comunicaciones y Transportes) informó en su momento que la carretera se dañó por las fuertes lluvias del 2015 y se solicitaron recursos del FONDEN (Fondo Nacional de Desastres Naturales) para reparar los daños y, de los 178 millones de pesos (mdp) que supuestamente habían sido autorizados para dicho fin, solo llegaron 30 mdp que ya se ejecutaron el año pasado, pero, en lugar de mejorar, la situación está cada vez peor, incluso ha habido pérdidas humanas, por lo difícil que se ha vuelto circular por esa vía.
Pero el problema no es, desde mi punto de vista, ni el socavón, ni las lluvias que supuestamente lo originaron, el problema son las empresas constructoras, la gran mayoría de ellas, foráneas, que pareciera que la zona del Mezquital ya les gustó para venir a realizar trabajos de muy deficiente calidad, cobrar y retirarse, a final de cuentas ellas no tienen ningún compromiso ni con la zona y aparentemente ni con el estado.
El problema se vuelve más serio aún porque las autoridades involucradas no mueven ni un dedo para obligar a dichas empresas que arreglen sus marranadas y pareciera entonces, que existe algún tipo de contubernio. Por eso señalaba al principio de mi trabajo que pareciera un acto de justicia la construcción de la rúa, y seguramente lo es, pero este acto de justicia, a costa de una jugosa ganancia que se embolsaron los constructores que no les permitió hacer un trabajo de calidad para que la carretera resistiera por más tiempo a las inclemencias del tiempo.
Por lo anterior, me sumo a las voces que exigen, como lo hizo el Movimiento Antorchista en su momento, que se investigue a fondo este y otros problemas como el de la supercarretera a Mazatlán que nunca se ha terminado de arreglar, y que se obligue a las empresas a que reparen los daños, pues se trata de recursos del pueblo y es preciso exigir que se gasten bien.
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