Es alarmante el alza en el índice de suicidios consumados registrados en lo que va del año 2017, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a comparación con el año 2013 el suicidio o intento de él, ha aumentado en los jóvenes de edades entre 15 y 29 años en un 1.2 por ciento, posicionándose así en el segundo lugar de las principales causas de muerte entre jóvenes de los rangos de edades ya mencionados; lo que representa no solamente el mal funcionamiento de nuestra sociedad, nuestro sistema educativo y de los núcleos familiares, sino también de nuestro sistema de gobierno al que defino como "el principal asistente del suicidio en México".
Si bien es cierto que no hay una causa específica que lleve a las personas suicidas a animarse a concretar esta acción, queda claro que hay factores repetitivos impulsores de que diariamente siete de cada 100 mil mexicanos decidan poner fin a su vida sin importar edad, raza o condición económica.
Según investigaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el contexto demográfico, social y económico son determinantes a la hora de decidir consumar un suicidio, lo que nos permite clarificar este tema de salud que hoy en día es considerado como una epidemia contagiosa que además no posee síntomas notorios para su detección; y que tras estudios realizados por varios sociólogos y psicólogos interesados en el tema, ha demostrado que tras la consumación de un suicidio, son seis personas más alrededor del suicida, las probables víctimas de este acto que se desarrolla aceleradamente.
Como buen país capitalista y neoliberal, las clases económicas de nuestro país se han polarizado en extremo, acentuando así la situación de pobreza en los más y la acumulación de riquezas en unos cuantos, creando una crisis no sólo económica y política en nuestra sociedad, sino también una crisis anímica que ha dado paso intempestivo a las "soluciones fáciles" por el descontento, la frustración y la carencia de objetivos en los mexicanos.
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés), en 2016 eran más de 21 millones de mexicanos menores de 18 años los que se encontraban en alguna situación de pobreza, lo que les impide garantizar sus derechos durante la niñez, mientras que 53.9 por ciento de personas entre los 18 y 64 años se encuentran entre las estadísticas de población con padecimiento de alguna carencia en México, que debe aclararse, es causado por el injusto sistema económico que impera en nuestro país, impactando gravemente en el comportamiento demográfico en los últimos años: mayor número de familias uniparentales causadas por la migración debido a los bajos salarios y falta de empleos; primogénitos que se enfrentan al reto de ser padres "postizos" a corta edad debido a la ausencia de los padres que se ven obligados a trabajar todo el día descuidando así sus hogares; jóvenes y niños que viven una excesiva desatención y falta de cariño que buscan compensar de forma equivocada generando así embarazos a corta edad que finalmente crean un círculo vicioso del que resulta difícil escapar y que a su vez genera adultos inconformes por trabajar tanto para ganar tan poco, un deterioro acelerado de la salud, un retroceso en la equidad de géneros, metas no alcanzadas, la asfixia por deudas y la inseguridad en todo el sentido de la palabra, detonantes principales entre la población suicida en México, siendo su principal asistente un sistema de gobierno que por décadas nos ha mantenido sobreviviendo y no viviendo.
Sin embargo, también para las personas mejor posicionadas económicamente (que son muy pocos) el ocio y falta de objetividad ante la situación que se vive en el país, el desinterés y la falta de empatía con quienes le rodean, son generados por la falta de sensibilidad ante problemas sociales, económicos y políticos que no reconoce como reales; la falta de cohesión con la sociedad y la desatención de sus familias a vacíos emocionales que son "compensados" con banalidades materiales, son factores clave para optar por el suicidio como una opción.
Es imposible negar que el suicidio es un problema de salud, pero también es imposible negar que los principales responsables son el injusto sistema económico que vivimos y su gobierno, que nos despojan no sólo de nuestra dignidad como nación y como individuos, sino que atentan directamente contra nuestra salud física, mental y emocional, ¿con qué objetivo?, quizá, seguir engrosando sus bolsillos a través de una manipulación descarada y visible que como sociedad seguimos apoyando a través de nuestra falta de interés y de entusiasmo por la política de nuestro país que decae a pasos agigantados arrastrando a nuestros niños, jóvenes, adultos y ancianos.
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