En una entrevista que le realizaron en 2017 en el marco de la V Cumbre Mundial de Gobiernos (World Government Summit-WGS-), el hombre más rico del mundo, Elon Musk, aseguró que en el futuro será necesaria la Renta Básica Universal, a medida que la inteligencia artificial y la automatización reemplacen cada vez más oficios humanos. “Cada vez habrá menos empleos que un robot no puedan hacer mejor”, las máquinas desplazarán cada vez más a los obreros quienes quedarán sin fuente de ingresos; “¿qué hacer con el desempleo masivo?”, una posible o, más bien, inevitable solución, según Musk, será instituir una Renta Básica Universal (RBU), “en definitiva tendremos que tener algún tipo de ingreso básico universal… una Renta Básica Universal, creo, será necesaria”. Su interlocutor, Mohammad Abdullah Al Gergawi, ministro de asuntos del gabinete de los Emiratos Árabes Unidos, y presidente del WGS, sorprendido, le cuestionó: “¿¡los desempleados serían pagados en todo el mundo!?”.
En la conferencia VivaTech 2024, Musk afirmó nuevamente “la mayoría de los trabajos actuales serán reemplazados por máquinas inteligentes y sistemas automatizados en el futuro cercano”, “casi ninguno de nosotros tendrá trabajo”, y añadió la automatización generaría abundancia de productos que serían, además, cada vez más baratos, de manera que esa RBU, no sería tan básica, sino, más bien, aseguró que se implementará una Renta Alta Universal (RAU), una transferencia monetaria suficiente para que cada persona pueda vivir sin necesidad de tener un empleo, sería una asignación más generosa, pensada para sostener un estilo de vida digno en un contexto de automatización generalizada. “Habrá un ingreso alto cuando los robots reemplacen a los trabajadores… Todos tendrán la mejor atención médica, alimentación, vivienda, transporte y todo lo demás”. Claro, pintar un futuro rosa no empobrece, enriquece, más bien, pero sólo a ellos.
Más notable que el mismo hecho de que los poderosos magnates, dueños de las mayores riquezas del planeta, creen que pueden y hasta deben diseñar al mundo a su buen o mal entender, y discuten el futuro de la humanidad como si fuera otra de sus propiedades (saben que buena parte del mundo SÍ es su propiedad efectiva), es el hecho de que, por más que intenten, no encuentran la solución a esta y otras contradicciones del sistema económico que los ha enriquecido a ellos, mientras ha llevado a la pobreza extrema a millones de trabajadores.
Los defensores del capitalismo siempre han prometido un mundo feliz, con abundancia de bienes para todos, ni más ni menos como lo pinta Elon Musk… pero la realidad es otra y tratan en realidad de ocultar que el capitalismo no podrá nunca otorgar ese bienestar social al pueblo. Es el sistema, y ellos, como su encarnación, no pueden ni podrán solucionarlo porque están mental y materialmente imposibilitados para resolverlo.
Estas y otras cuestiones que parecieran insolubles, hacen a muchos pensar en futuros diferentes al dibujado por Musk, distópicos les llaman, sociedades imaginarias trastornadas, marcadas por la deshumanización y violencia, gobiernos opresivos, desastres ambientales, descontrol social, etcétera. Tanto como Musk, se equivocan también los agoreros de la distopía. Estos pronósticos contrarios de los ricos acerca del resultado del desarrollo de la automatización en la producción, contradictorios entre sí y contrarios a la realidad, no son sino una de las manifestaciones circunstanciales de un problema real: el modo de producción capitalista encierra en su misma esencia, como resultado de su mismo desarrollo, contradicciones tales que no tienen solución dentro del mismo sistema, todas las cuales, cada una por sí, son causa real de terribles males, que materializan ya, ahora y desde hace años, esas locuras distópicas.
La sustitución de la mano de obra por las máquinas, lleva temporalmente, mientras siga existiendo la competencia, y siempre y cuando haya competidores de baja productividad, a obtener temporalmente una ganancia extraordinaria, carrera loca que mueve el desarrollo de la ciencia y su aplicación, la tecnología, pero que conduce fatalmente, como tendencia, al encogimiento de la tasa de ganancia, cuyo horizonte es la desaparición de la ganancia (no de la producción, ni de los bienes creados, sino de la ganancia que es la única razón de existir del capital); el cada vez mayor desarrollo de las fuerzas productivas, su relación inversamente proporcional al valor de cada bien producido, o dicho de otro modo: al mismo tiempo que aumenta el volumen de bienes producidos (“valores de uso”, la verdadera riqueza) por jornada, disminuye el valor (la “riqueza” en el capitalismo) de cada producto; la existencia de cada vez mayores bienes de consumo, coexistiendo con la carencia y hambre de grandes masas trabajadoras; que quienes crean esa riqueza no la puedan consumir, mientras un puñado de familias, que no producen nada, acumulan riquezas exorbitantes; la cada vez más socializada producción, que ya rebaza los límites no solo de la fábrica o del gremio, sino que ha creado cadenas de producción que cohesionan a países de todos los continentes, en contraste con la propiedad privada sobre los medios para realizarla; la antinatural y criminal contradicción entre las que llaman ecósfera y sociósfera, que nos ha puesto al borde de diversos desastres ecológicos locales y globales.
Todos estos dilemas planteados por los poderosos y sus “propuestas” de soluciones, desatan en los medios masivos de comunicación una marejada de “expertos” apaciguando a los “emprendedores” y dándoles consejos de cómo aprovechar ese futuro (rosa o distópico) para “colocarse en el lado correcto de la ecuación” y salir beneficiándose.
Pero la ciencia económica, que ya existe, ha resuelto estas cuestiones, ha presentado el análisis del funcionamiento de la sociedad capitalista, análisis que se ha confirmado recurrentemente por los hechos, que son el último criterio de verdad, y confirma que el futuro no será distópico, sino sencillamente una sociedad mejor.
Y esta misma realidad que confirma el análisis correcto, científico, confirma también, en cada una de sus partes, reflejadas en esas mismas contradicciones, cómo el sistema mismo nos lleva a ese futuro. Conviene ver cada una de esas partes para no dejarlo en simples afirmaciones, y habrá que hacerlo, pero todo eso no cabe en tan pequeño espacio.
Por lo pronto, podemos decir ya que nuestra actualidad distópica, (“Distopía” es el antónimo de “Utopía”, que quiere decir lugar que no existe, luego, el contrario sería, debería de ser, lugar que sí existe, o que ya existe), despreciable, indeseable y dolorosa, lleva inevitablemente, por su propio desarrollo, a un futuro mejor; que todo ese horror, esas terribles contradicciones y sus horripilantes engendros, desaparecen y se convierte en un mundo mejor, armónico, con un solo paso: sustituir el actual sistema por otro, ¿por cuál?, por ese mismo al que nos lleva su mismo desarrollo, y que pide un solo cambio: la desaparición de la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción (no sobre las cosas), y su sustitución por la propiedad social. Algunos le han llamado socialismo, comunismo, utopía, etc. Usted puede llamarle como elija, mientras entienda su esencia y su inevitabilidad en el desarrollo de nuestra sociedad que no se detiene y nos lleva a un solo futuro, a su superación en una mejor sociedad.
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