MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CRÓNICA | El arte que libera el alma

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—¡Vámonos! —se escuchó en un estentóreo grito.

Como hormiguitas, uno tras otro, los jóvenes fueron bajando las escaleras con sus mochilas y bolsas a cuestas. Salieron del edificio y abordaron el autobús. Comenzó su camino, una vez más, hacia Tecomatlán, la Atenas de la Mixteca, ese municipio donde, si no hay evento deportivo, un evento cultural, una conferencia para los campesinos o estudiantes, una exposición de actividades científicas en las escuelas, hay una faena. Ahí, siempre están haciendo algo colectivamente.

El arte también es político, también ayuda a solidarizarnos y, sobre todo, a ayudar a la gente a salir de los problemas que la abruman.

Previamente, el autobús de los Grupos Culturales Nacionales del Movimiento Antorchista hizo una parada en el albergue estudiantil donde viven; ahí recogieron vestuario y el equipo que necesitarían para su presentación, por primera vez, en la tradicional feria anual de San Miguel de Lozano, festividad que la comunidad realiza en honor a San Miguel Arcángel.

El viaje duró alrededor de tres horas. Llegaron ante el imponente Arco de Bienvenida de Tecomatlán, avanzaron atravesando la cabecera municipal y, 20 minutos después, llegaron a San Miguel de Lozano. El autobús se detuvo a la orilla de la carretera, se estacionó y, uno a uno, los jóvenes artistas comenzaron a descender, se estiraron, caminaron y fueron en busca de su equipo para trasladarlo a la presidencia municipal, donde los esperaba el Comité Organizador de la feria, que había preparado la comida para recibirlos.

En el centro de la explanada estaba el escenario, un templete en el que, primero, comenzaron a marcar coreografías para prever el espacio, tanto los bailarines como los jóvenes de teatro; ensayaron diálogos, entradas, salidas… y, después de haber marcado, pasaron a comer. Inmediatamente después, repartieron el vestuario para cambiarse y, una vez maquillados, comenzaron a calentar para entrar con toda la actitud y dar inicio a un banquete cultural muy completo, colorido y alegre.

La plaza estaba cercada por cientos de sillas metálicas, aún vacías; los rayos del sol bañaban la plaza e iluminaban los coloridos adornos multicolores, la música se escuchaba mientras los jóvenes esbozaban, con sus manos en el viento, los movimientos propios que conllevan sus bailes tradicionales de la cultura mexicana. Uno, dos, tres… uno, dos, tres… ¡una vez más!

—Para ti, ¿qué representa presentarse en este tipo de foros?

—Este tipo de presentaciones, en las comunidades más alejadas de las grandes ciudades, como artista antorchista, representa una labor muy importante porque apoyamos a que la gente se politice, que tenga conocimiento de la cultura que, con el tiempo, ha sido arrebatada de sus propias comunidades —explicó Elizabeth Huerta, una de las bailarinas de esta compañía que también se ha presentado en foros internacionales.

—Muchas veces, la gente de los pueblos o de las comunidades más alejadas no tiene la posibilidad de presenciar un espectáculo como el que los Grupos Culturales Nacionales del Movimiento Antorchista presentan y para nosotros es una labor muy importante porque el arte también es político, también ayuda a solidarizarnos y, sobre todo, a ayudar a la gente a salir de los problemas que la abruman —agregó.

Al término de la misa, la plaza de la presidencia auxiliar poco a poco se fue abarrotando. Las sillas vacías pronto dejaron de serlo. Jóvenes, niños, ancianos, adultos, gente de todas las edades estaban a la espera del banquete cultural. Los niños corrían, gritaban, reían mientras sus mamás les gritaban: ¡Ven a sentarte!

Algunos vecinos, más tímidos, se apostaron en el jardín que se ubica al otro lado de la calle, formando una valla humana; desde ahí decidieron observar el espectáculo; algunos otros prefirieron mover sus sillas para acercarse al escenario y ver más de cerca la ejecución de los artistas.

El programa fue extenso: incluyó la poesía “A los hombres futuros”, del autor Bertolt Brecht; bailes de San Pedro Pochutla; boda nayarita; el sketch “Se vende una mula” y bailes de Sinaloa, así como la interpretación de las canciones “Tú a mí no me hundes”, “El sauce y la palma” y “La media vuelta”. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, había concluido.

—Presentarse en la feria de San Miguel de Lozano de Tecomatlán fue muy bonito porque, desde los ensayos que ya habíamos tenido, fue cansado, pero al momento de estar en la presentación fue una satisfacción muy bonita traer el arte a los pueblos más marginados, donde no se encuentra esto de forma regular —dijo Lucía Lizbeth, también integrante de esta compañía y estudiante del Instituto de Artes Macuil Xóchitl.

—La importancia de llevar este tipo de actividades culturales es porque el arte educa de muchas maneras, y para la gente es muy bonito presenciarlo después de una larga jornada de trabajo; poder llegar a esta fiesta, a esta feria y ver un bonito programa cultural conmueve algo dentro de cada persona o le transmite algo.

 

“También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. 

Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar

el camino para la amabilidad

no pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos

en que el hombre sea amigo del hombre,

pensad en nosotros

con indulgencia”.

 

Se instauró un silencio que dejó al declamador como la única voz legítima para poder desgarrarlo con sus palabras y, una tras otra, fueron pronunciadas, desgarrándolo. Habían escuchado a Bertolt Brecht; el poeta había renacido en esa plaza.

Al finalizar, un estruendo de aplausos que germinó de a poco en poco terminó por estallar entre un público conmovido, como diciendo: sí, yo te entiendo, somos iguales, padecemos los mismos males.

Llegaron los bailables. Las muchachitas, ataviadas con vestidos coloridos y tocados llamativos, dibujaron en el escenario innumerables figuras al ritmo de la música cuando interpretaron bailables de Pochutla, boda nayarita y Sinaloa.

Giros, vueltas, coreografías milimétricamente sincronizadas hicieron gala de sus habilidades, mientras que los jóvenes, con el ímpetu de su fuerza, zapateaban sobre la tarima, complementando, como piezas de rompecabezas, la ejecución de estas estampas de nuestra cultura, que nos da identidad como mexicanos y que engrandeció, aun más, esta tradicional feria.

Esta presentación no sólo elevó el alma de los cientos de asistentes, también la de los propios artistas que, en cada presentación, van dejando una parte de sí entre su público, lo que califican de “una experiencia muy bonita”.

—Además de interactuar más de cerca con las personas, puedes ver cómo reaccionan al apreciar el espectáculo presentado —dijo Guadalupe Moreno.

—Para algunos podrá ser una vez más que vean la presentación, pero para otros es la primera vez, y es muy bonito porque, en una sociedad donde abundan los problemas, el arte es una de las manifestaciones más nobles que nos ayudan a “escapar” de la realidad y a liberar el alma.

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