La caravana de centroamericanos que intenta llegar a Estados Unidos ha vuelto a colocar en el centro del debate público el fenómeno de la migración. Los medios hablan de todo: la pobreza y la violencia que se vive en Honduras, la incapacidad del gobierno de Guatemala para detener la caravana, la política migratoria que nuestro gobierno debería asumir, la soberbia con la que Donald Trump le ordena a Peña Nieto hacerse cargo de la situación, el racismo que afloró en muchos mexicanos, el empleo que López Obrador ofreció a los inmigrantes, y prácticamente de todas las aristas que encierra un fenómeno tan complejo como la migración. Poco se dice -casi nada- del papel que ha jugado Estados Unidos como causante de esta crisis.
Por lo menos desde 1823, cuando se acuñó la doctrina Monroe: "América para los americanos", Estados Unidos considera a todo el continente como su propiedad. Partiendo de esa base, los intereses del gobierno estadounidense en América Latina eran claros: obtener sus recursos naturales, aprovechar su fuerza de trabajo barata, y mantener su orden social para que los negocios marcharan sin contratiempos. Estos objetivos generaron dos resultados opuestos: por un lado, los empresarios estadounidenses lograron engrosar sus fortunas; por el otro, el pueblo trabajador de América Latina aumentó su pobreza. Ante una posible insurrección popular por estas condiciones, Estados Unidos juzgó conveniente apoyar gobernantes de mano dura y, no pocas veces, utilizar sus propias tropas para resguardar la "paz social". De entonces a la fecha, todos los países latinoamericanos han sufrido por lo menos una intervención armada de nuestro vecino del norte. Pero de todos, quizá sean los países de América Central los que más han padecido la dominación que desde el siglo XIX les impuso Estados Unidos.
A mediados del siglo XX la empresa United Fruit Company era dueña de miles de hectáreas en Guatemala, país del que extraía el banano para exportarlo a Estados Unidos y Europa. Los dueños de la empresa se enriquecieron fantásticamente mientras sus trabajadores y los campesinos cada vez eran más pobres. Cuando en 1951 llegó a la presidencia el general Jacobo árbenz, este decretó una reforma que repartía las tierras ociosas a los campesinos que no poseían ni un terruño; buscaba paliar su miseria. Afectados sus intereses, la United Fruit Company pidió ayuda al Gobierno de Estados Unidos para deshacerse de un presidente tan peligroso. El resultado fue que un grupo de militares, financiados, armados y protegidos por la CIA, le dio un golpe de Estado a árbenz, lo derrocó y lo exilió del país. Un nuevo presidente tomó el poder. Con este títere de Estados Unidos, la United Fuit Company siguió haciendo sus negocios y el pueblo guatemalteco siguió aumentando su miseria. Años después, cuando los trabajadores guatemaltecos llegaron a la conclusión de que la única forma de terminar esa espantosa pobreza era levantarse en armas contra sus malos gobernantes, fueron los Estados Unidos quienes les dieron a los gobiernos guatemaltecos dinero, armas y protección para mantener el orden necesario.
En Nicaragua la situación era similar. Los Estados Unidos invadieron el país en 1910 para garantizar que se instalaran las empresas estadounidenses que exportaban materias primas. Las empresas producían ganancias millonarias con la tranquilidad que les ofrecían las tropas norteamericanas, pues estas se quedaron varios años en el país. Mientras tanto, el pueblo nicaragüense se moría de hambre. Un líder campesino, Augusto César Sandino, encabezó la rebeldía de los trabajadores, quienes se levantaron en armas y lograron expulsar al ejército invasor. Sin embargo, Sandino fue asesinado por una figura que dominaría la vida política de Nicaragua por cuarenta años: Anastasio Somoza. Somoza fue el hombre que los estadounidenses eligieron para dirigir el país. La crueldad de su gobierno dictatorial cobró fama mundial, pero como era un presidente controlado por Estados Unidos, siempre tuvo su protección. Franklin D. Roosevelt llegó a decir: "puede que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Al final, para terminar con el mal gobierno somozista, el pueblo se alzó en armas y en 1979 logró derrocar a la dictadura. Cuando los trabajadores nicaragüenses ya habían tomado el poder y se disponían a mejorar sus condiciones de vida, Estados Unidos mandó un ejército de mercenarios para terminar con el gobierno revolucionario. Afortunadamente, a pesar de la CIA, los mercenarios fueron derrotados.
De igual forma, en Honduras existieron durante el siglo pasado gobiernos impuestos por los Estados Unidos; las empresas estadounidenses explotadoras de los recursos naturales y el pueblo famélico; también, como en el resto de Centroamérica, los militares norteamericanos habían invadido el país para "resguardar los intereses de su país". La historia de Honduras está llena de dictadores, unos cuántos potentados, y una inmensa masa de hambrientos. Esta situación se mantuvo durante décadas. En 2005, sin embargo, parecía que las cosas iban a cambiar. Ese año llegó a la presidencia un hombre que le dio esperanzas al pueblo hondureño: Manuel Zelaya. Como siempre, Estados Unidos lo consideró un personaje "peligroso". Por eso, en 2009 Zelaya sufrió un golpe de Estado y fue derrocado. En un libro publicado en 2014, Decisiones difíciles, Hilary Clinton admitió la intervención del gobierno estadounidense en el golpe de 2009.
Con este recuento del papel que ha jugado Estados Unidos en Centroamérica puede entenderse mejor la crisis migratoria de hoy; la historia de estos países es también la de El Salvador. Por eso, no resulta extraño que en Honduras, El Salvador y Guatemala existan organizaciones criminales como la Mara Salvatrucha, pues miles de jóvenes sin oportunidades de educación o empleo son el perfecto caldo de cultivo para fomentar la corrupción, el secuestro, el robo y el narcotráfico. De esto huyen los migrantes: la violencia y la pobreza. Ahora Trump amenaza a los migrantes con las armas. No sabe que, precisamente por mandar a su ejército contra el pueblo centroamericano, la patria de los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños ya no tiene nada que ofrecer a sus habitantes. Lo dice la Biblia: siembra vientos y cosecharás tempestades.
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