Don Armando: He visto un video promocional del I Torneo Nacional de Futbol que organiza el Movimiento Antorchista en la capital del país, que arrancó este viernes 23 de junio, en el que usted es entrevistado por la reportera Norma Sánchez, y hace declaraciones que me han sorprendido. Tal vez me gane el entusiasmo antorchista, pero siento espontaneidad en sus palabras y no percibo un discurso artificial. No tengo el gusto de conocerlo personalmente, pero como figura pública que usted ha sido, lo seguí con cierta regularidad como cualquier aficionado al deporte. Puedo decirle que vi varias finales del futbol mexicano de esas que usted silbó, y nunca tuve motivo para pensar en reprochar su conducta: al contrario, daba yo por sentado que usted silbaría correctamente; vamos, ni siquiera estaba en mi cabeza la pregunta, era una certeza moral porque no había motivo de queja. ¿Errores? Naturalmente, pero así los entendí y cuando usted dejó la Comisión de árbitros sentí una natural simpatía por sus argumentos. ¿Detractores? ¿Quién no? Usted tuvo una fama de siempre sonriente, conciliador, mesurado y tolerante en el partido, a pesar de estar en el lado de "los villanos", palabra desgraciada que originalmente designó al pueblo bajo, al de las villas más pobres, a la que se le asignó una fuerte carga negativa y aplicada hoy a los jueces del fut. Sí lo llegué a ver disgustado levantar la roja con coraje varias veces, reprochando la maldad de algún jugador. Pero en esos casos la tarjeta se levantaba como satisfactor de un anhelo de la afición porque era evidente que así debía ser: la roja de Archundia al aire era la de la justicia, usted no dio motivos para dudar de su limpieza en la cancha. Por eso fue el único mexicano que ha estado en las canchas cinco veces seguidas en un mismo mundial, de un total de ocho partidos pitados a esas alturas; por eso silbó 14 finales del futbol mexicano; no conformista, usted es, además, licenciado en Derecho y economista...y hoy usted se declara antorchista y colabora con un gobierno antorchista. Y no sólo eso, sino que asume como propio el crecimiento del antorchismo en el Estado de México. Su testimonio, pues, es de gran valía para su servidor.
De niño mis héroes de la cancha fueron Enrique Borja y Carlos Reynoso...debo confesar que ningún árbitro lo era. De Reynoso siempre me gustó su verticalidad en el ataque y su increíble capacidad de meter pases a profundidad, bien pensados y rápidamente ejecutados, que regularmente desestabilizaban al pasmado adversario y generaban oportunidades a su equipo. Sólo quien ha metido un gol más con el hígado que con el pie o ha perdido un partido de la manera más dolorosa puede valorar el esfuerzo que se alcanza a ver en un buen partido transmitido por televisión: con esa pasión Reynoso despertaba en mí la esperanza. Ya más grande mi afición al futbol fue más bien buscando ser testigo de las buenas jugadas, no tanto los nombres de los jugadores. Luego, mi organización me enseñó a comprender que lo que me gustaba del futbol, era la figura del cuerpo humano alcanzando niveles estéticos altísimos, que sólo pueden apreciarse en un hombre libre y arriesgado que gana la pelota lanzándose acrobáticamente al aire para meter "de cabecita" un gol celestial o en una chilena de Hugo Sánchez, como aquella que le hizo al Logroñez, que, decían, merecía acabar el partido e irse satisfechos todos a disfrutar del día; pero Antorcha también me hizo comprender que el asombroso Cruyff nada hubiera sido sin sus otros 10 guerreros anaranjados. Equipo, equipo, equipo: esa es la clave del éxito. Destreza, habilidad, empuje, estética y trabajo de equipo: ¿En qué alto cielo estaría nuestro pueblo si tuviera estos hábitos?
Le escribo hoy esto motivado por sus palabras. Dice usted: "...somos antorchistas...tenemos presencia en prácticamente todos los municipios del Estado de México, incluso en algunos que se decía que era difícil que entráramos...ahora con orgullo tengo que decir que tenemos presencia antorchista, la gente nos va conociendo poco a poco y se va quitando eso que tenían en la cabeza de que invadían predios, que golpeaban y agredían, y no es cierto. O sea, la filosofía del Movimiento Antorchista es totalmente diferente, es que la gente tome conciencia de lo que tenemos y de los cuatro ejes: educación, distribución equitativa del gasto social y de la riqueza, cultura, deporte, son los ejes que maneja la Organización y es lo que necesita un ser humano...el pueblo sabe que somos una asociación que trabaja por la gente pobre del país...". Lo dicho, usted se asume como luchador social y ahora levanta otra roja justiciera: la bandera de los pobres organizados. Admite sin ambages, en esa entrevista, que pone usted con gusto su prestigio para darle empuje al Torneo Nacional de Futbol de Antorcha. Enhorabuena, don Armando. Su ejemplo me conmueve y deseo decirle que espero que usted profundice su compromiso con esta lucha. Usted ya es un hombre maduro, que conoce perfectamente las entrañas siniestras del sistema: ya las víboras venenosas han intentado morderlo sin éxito; seguramente se vendrán otras, muy fuertes y no faltará quien asegure que le hemos comprado su conciencia. La lucha social es dura, Don Armando, si no, no fuera lucha, todo mundo sería luchador o no habría necesidad de luchar: la pelota no besa las redes en automático. Yo le deseo a usted mucha fortaleza para soportar los embates de las fuerzas reaccionarias que desean detener el avance de la más numerosa organización popular nacional, nuestro mejor equipo, el mejor equipo nacional que jamás haya existido. Su decisión de ser antorchista me brinda también la esperanza de que otros como usted lleguen pronto a comprender que Antorcha está del lado del progreso, que las toneladas de lodo y heces que vierten sobre nosotros no son más que eso; que Antorcha es paz, es cultura y es deporte. Reciba un fraternal y agradecido saludo.
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