MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Bolivia y el vaso

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"¿Por qué se rompe un vaso? ¿Por la piedra? ¿O, porque el vaso era rompible, la piedra lo rompe? Si el vaso no fuera rompible, la piedra no le haría nada. Siempre explico yo los fenómenos por causas internas y, claro, un gatillador externo. Pero, al final, el gatillador externo ha de tener efecto real dependiendo de la composición interna del vaso. Entonces, hay que hacer toda una reflexión de nuestros procesos progresistas. ¿Qué cosas hemos hecho o no hemos hecho para permitir que el vaso no se rompa aún, pero que sí comience a mostrar una pequeña fisura, y qué hay que hacer para que esa fisura no se expanda, se detenga, y sea reforzada con un nuevo blindaje que impida que otra piedra lo vuelva a romper". Así declaró álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia hasta el pasado 10 de noviembre, al ser entrevistado en Telesur sobre la crisis política que vive su país.

En efecto, este es el planteamiento que los dirigentes del proceso boliviano, y la izquierda latinoamericana, deben hacerse ante el caótico escenario que atraviesa Bolivia. Los hechos son conocidos: tras los comicios presidenciales del 20 de octubre vino la acusación de fraude electoral, luego la ofensiva reaccionaria, y al final, la renuncia de Evo. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que un sencillo proceso electoral se transformó en oleadas de violencia callejera, en la intervención de las Fuerzas Armadas en la política, y en el exilio del presidente? El conflicto social escaló con tal rapidez que, en cuestión de semanas, Evo pasó de ser un Jefe de Estado con todas sus funciones, a huir en un avión militar y solicitar asilo en México. Con una presidenta interina anodina, con el pueblo en las calles, y con la promesa evista de volver, el caso boliviano sigue abierto, sin embargo, es necesario tratar de responder a la infinidad de preguntas que nos asaltan.

En términos económicos y sociales, Bolivia es el caso más exitoso entre los proyectos anti neoliberales de América Latina. Durante los 14 años que duró el mandato de Evo, el PIB pasó de 9,549 millones de dólares en 2005 a 44,885 en 2018 (un aumento del 327%); la economía creció casi al 5% anual; la pobreza extrema se redujo del 38% de los bolivianos en 2006 al 17% en 2017; se triplicó el ingreso per cápita; y aumentó la esperanza de vida, de 64 a 71 años. Eso en términos económicos. En términos sociales, la población indígena –históricamente marginada- comenzó a ocupar roles estatales que anteriormente le estaban vedados, y los sindicatos se convirtieron en uno de los pilares de la política social del gobierno del MAS. Ante un panorama exitoso como este, ¿qué falló? ¿De dónde provino la crisis actual?

Es cierto que la burguesía nacional y estadounidense nunca aceptaron el gobierno de un aymara que promueve el socialismo. De hecho, los intentos por derrocarlo comenzaron al poco tiempo de que Evo se entronizara en el Palacio Quemado, cuando, en 2008, los sectores empresariales-conservadores de los departamentos de la Media Luna –Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija- se enfrentaron políticamente al gobierno de Evo. En aquella ocasión, fueron derrotados, pero desde entonces han estado presentes las pulsiones golpistas del oriente boliviano. ¿Por qué ese intento de deponer a Evo fracasó, y ahora –vistos los resultados positivos de su gobierno, que benefició incluso a los mismos empresarios- tuvo éxito? Sin considerar los resultados económicos que algunos llaman "el milagro boliviano", ¿qué cambios ocurrieron para invertir la correlación de fuerzas?

Intentar explicar los acontecimientos por el rol desempeñado por la derecha, es no explicar nada. Sí hubo acuerdos entre destacadas figuras del conservadurismo estadounidense y políticos y militares bolivianos antes de las elecciones, sí hubo una intervención cuestionable por parte de la OEA para exigir nuevos comicios presidenciales, sí hubo hordas armadas en las calles que violentaban a los indígenas y a los partidarios de Evo en general, sí se posicionó mediáticamente a Camacho como punta de lanza de la reacción, sí se echó a andar un ejército de bots para dominar el humor de las redes sociales, y sí se insubordinaron la policía y las Fuerzas Armadas, "sugiriéndole" estas últimas su renuncia. Pero no se puede culpar a la derecha de ser la derecha. El gran empresariado boliviano y estadounidense, simplemente está jugando el papel que le toca.

¿Entonces por qué ahora sí prosperaron los planes de la reacción y antes no? ¿Qué cambió? Lo que pasó fue que los dirigentes del proceso boliviano no supieron jugar el juego de la democracia burguesa. No respetaron una de sus reglas de oro: la alternancia en el poder. Solo un proceso revolucionario abiertamente enfrentado con el capitalismo y sus formas políticas, solo un proceso nacido de una revolución -entendida esta en su acepción tradicional, armada- puede sacudirse completamente el peso de las formas burguesas del poder. Así lo demuestran los casos de la Unión Soviética, China, Cuba, Corea del Norte, entre otros. Solo partiendo de un rechazo absoluto al mundo burgués, estos países pudieron determinar por sí mismos la forma en la que se gobernarían. De ahí que, mientras los procesos progresistas latinoamericanos ocurran en el horizonte político de la democracia burguesa, habrá siempre límites infranqueables marcados por esas reglas del juego que la burguesía estableció muchos años atrás.

En otras palabras, mientras se siga la democracia burguesa, Evo no puede permanecer en el poder indefinidamente. Y esto fue lo que cambió ahora, lo que le dio viabilidad al intento golpista de la derecha, y lo que favoreció el cambio en la correlación de fuerzas. Al no confiar en otros cuadros que pudieran encabezar el proceso de cambio, en 2016 Evo intentó modificar la Constitución para poder contender en 2019. Perdió aquel referéndum –lo que era ya una primera señal del rechazo a esa opción- y se buscaron entonces las rutas legales para poder ser candidato presidencial una vez más. A pesar de que ganó las elecciones de 2019, el triunfo no fue tan abrumador como los de las tres votaciones pasadas –en todas había sacado más del 50% del total. Esto fue la expresión de una pérdida de legitimidad entre ciertos sectores sociales que antes apoyaban al MáS - la Central Obrera Boliviana pidiendo a Evo su renuncia- y fue suficiente para que la reacción movilizara sus piezas y ejecutara el plan golpista largamente acariciado.

Así, pues, ni el odio al indio, ni la traición de los generales, ni la conspiración de la burguesía más reaccionaria, explican lo que pasó en Bolivia. Estos, como dijera Linera, son constantes gatilladores que siempre han estado golpeando el vaso para intentarlo romper. Si el vaso que venía fortaleciéndose, repentinamente se ha vuelto vulnerable y se le han abierto fisuras, esas fisuras no están en lo económico, sino en lo político. Es tiempo de que los dirigentes del proceso boliviano tomen una decisión. O se decantan por una rebelión total contra el mando del capital –lo que es poco probable- o aceptan jugar con las reglas de la burguesía y postulan a nuevos cuadros del MAS que puedan conducir el proceso de cambio. La crisis actual bien puede resolverse favorablemente para el proceso de cambio; si así fuera, habrá mucho que corregir: se impone reforzar el vaso con un nuevo blindaje.

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