En estos días el imperialismo estadounidense lleva a cabo un nuevo intento por derrocar a Nicolás Maduro y, con el, terminar con la Revolución Bolivariana iniciada en 1999 por Hugo Chávez. Utilizando su preponderancia mundial, el gigante del norte ha conseguido que una serie de países reconozca como presidente a un individuo que en ningún momento ha sido elegido por los venezolanos para desempeñar ese cargo: Juan Guaidó. La gran mayoría de Europa y América, así como Israel y Australia, han asumido una posición proimperialista, y le exigen a Maduro que, "en nombre de la democracia", abandone el poder. Sin embargo, Maduro, apoyado en la aplastante mayoría de los venezolanos, en lugar de ceder, se atrinchera y se prepara para el último escenario deseable, pero en esta coyuntura bastante probable: el conflicto bélico. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana ha declarado su total lealtad a Nicolás Maduro Moros y realiza ejercicios en tierra, agua y aire para enfrentar una futura invasión. Venezuela está, pues, en la antesala de una guerra.
No es esta la primera vez que el imperialismo atenta contra la soberanía venezolana y su proceso revolucionario. Poco después de que Chávez ganara la presidencia, en 2002, un golpe de Estado orquestado por el gobierno estadounidense estuvo a punto de cortar de tajo la naciente Revolución Bolivariana, y con ella la vida del comandante. Como ahora, un personaje cualquiera se autoproclamó presidente e inmediatamente recibió el respaldo de la llamada "comunidad internacional", pero el pueblo venezolano inundó las calles de Caracas y los militares leales lograron rescatar a Chávez de las manos de los golpistas. En aquella ocasión, la respuesta coordinada de las bases chavistas y las Fuerzas Armadas, impidió que Estados Unidos consumara un golpe más a la democracia y a la soberanía. Venezuela ya vivió una crisis similar a la que vive ahora, y la libró. No se sabe cómo concluirá el conflicto actual, pero Maduro y el pueblo al que encabeza está dispuesto a morir con las armas en la manos antes que entregar el poder al imperialismo yanqui.
¿Qué lecciones puede extraer Antorcha del proceso venezolano y sus momentos de crisis? La principal es una: que el pueblo organizado y consciente es capaz de superar todas las pruebas, hasta las más duras. Y es que, si algo ha mantenido a flote a la Revolución Bolivariana, es la organización popular y la conciencia de que el gobierno chavista es el único gobierno que defiende sus intereses. El trabajo de educación política entre las masas, la labor ideológica en los barrios y las comunidades, en las entrañas del pueblo, es lo único que hoy mantiene vivo al proceso bolivariano. La guerra económica emprendida por Estados Unidos y sus aliados latinoamericanos, la guerra mediática que no ceja ni un solo día, y las presiones diplomáticas internacionales, ya habrían derrocado a cualquier otro gobierno. No obstante, si a pesar de todos los obstáculos Maduro continúa gobernando la patria de Bolívar, esto no se debe a que haya instaurado una "dictadura", como claman los opinólogos y las élites del mundo, sino a que Chávez y él mismo ha sostenido un exitoso proceso de ideologización entre los trabajadores venezolanos.
Hablo de Venezuela porque hoy está en el ojo del huracán, pero bien podría mencionar otro caso, uno ejemplar: Cuba. Desde los primeros años de la Revolución, el país caribeño levantó bandera blanca en materia de analfabetismo, lo que habla del alto grado educativo que desde entonces tiene la sociedad cubana y que deberían envidiar todos los países latinoamericanos. Ese pueblo educado, concientizado por la Revolución en el poder, fue el que salió avante en Playa Girón, el que acompañó al Che en Bolivia, el que se ofreció voluntario para combatir el apartheid en Angola y el Congo, el que aguantó el Periodo Especial cuando cayó la Unión Soviética y todos pensaron que la Revolución caería, y el que ha resistido 58 años el criminal bloqueo económico impuesto por Estados Unidos. Hoy, ese pueblo cubano, organizado y consciente, acomete otro importante reto: la actualización de su modelo económico y social, una tarea nada sencilla.
Venezuela y Cuba son la viva prueba de que cuando el pueblo se organiza y se concientiza, se vuelve un poder imparable. Esta verdad es la piedra angular del trabajo de Antorcha, y es por eso que desde hace 45 años trabajamos en la organización y concientización del pueblo de México. Al cabo de cuatro décadas hemos logrado que más de 2 millones de mexicanos abracen la bandera antorchista, en otras palabras, hemos logrado la tarea titánica de hacer que 2 millones se organicen y concienticen, lo que hace de Antorcha una fuerza considerable, digna de respeto y, para quienes defienden el injusto orden de explotación, digna de temor. No hay en todo el país, y me atrevo a decir que en toda la historia nacional, ninguna organización verdaderamente independiente que se equipare en fuerza y número a la Antorcha de hoy.
Es por lo expuesto, que hemos puesto de pie a un gigante dormido, y porque este gigante crece todos los días, por lo que hoy nos atacan fuerzas de todos los niveles: desde caciques locales, hasta el presidente. Hoy más que nunca, nos atacan en la televisión, la radio, los periódicos, las revistas y las redes sociales. Pero ni esta lluvia de lodo, ni la política liquidacionista orquestada desde las altas esferas del poder, pueden detenernos. La organización y concientización de un pueblo tan sometido por el doble yugo de la burguesía y del imperialismo, es una tarea ciclópea, pero posible. Esa es la lección que Venezuela nos deja a los antorchistas: el pueblo, una vez organizado y decidido a defender sus intereses, tiene la potencia suficiente para enfrentarse, él solo si fuera necesario, con el imperio más poderos de la historia. Así nosotros: hoy nuestra tarea es más ardua que antaño y debemos resistir el embate de poderosos enemigos, mas el pueblo organizado en Antorcha puede enfrentarse, él solo si fuera necesario, a esos Goliat. Y quien no lo crea que voltee a ver a Venezuela.
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