Después de algunos meses del nuevo gobierno en el poder es claro el papel central que Morena le ha dado a la Historia. Han acudido a ella como principal fuente argumentativa que les permita enviar el mensaje claro y contundente a todos los mexicanos que entramos a una nueva era, estemos de acuerdo o no. Este mensaje es importante para el partido en el poder que pretenden petrificar su égida mediante los símbolos de la imagen de los cinco gobernantes a cuyo centro se encuentra Benito Juárez y la llamada "cuarta transformación". Autodefinirse así tiene el significado, a decir del presidente, que como la transformación de Morena tendrá un calado tan hondo como el que tuvieron los procesos de Independencia, Reforma y Revolución, con AMLO a la cabeza vendrá la cuarta transformación. Con el triunfo del 1° de julio emergió un nuevo destino de nuestra nación, dicen. Sin embargo, este mensaje adolece de varias inconsistencias. Quizá por donde deberíamos empezar cuestionando el planteamiento es en verificar el tipo de transformación que acarrearon los tres primeros movimientos, para así saber si la transformación que nuestro país necesita guarda continuidad con los tres anteriores, y con ello, hacer un balance de avances, retrocesos y pendientes, aplicable a nuestro siglo. Veamos.
En el proceso independentistas las filas de los insurgentes estuvieron integradas mayoritariamente por indígenas. Hombres y mujeres registrados como indígenas que vivían en los pueblos de indios, cuyos usos y costumbres eran respetados, y como obligación tenían el pago de tributo a la corona española. A principios del siglo XIX la mayoría de estas comunidades habían caído en niveles económicos de subsistencia. Además, las nuevas generaciones de esta casta, al transcurrir los años, no tenían ya acceso a la tierra. En el Bajío, cuna del movimiento insurrecto, las ricas tierras fértiles habían sido acaparadas por haciendas y obrajes textileros que a inicios de siglo se envolvieron en sucesivas crisis agrícolas y disminución en la actividad minera, afectado a la población trabajadora que también se enroló en el movimiento. La chispa que había iniciado el cura Hidalgo rápidamente encontró cause llegando aglutinar a 80 mil hombres en las inmediaciones de la ciudad de México; este primer movimiento fue aplastado e intentos posteriores también fueron derrotados por la contrainsurgencia. Finalmente la consumación de la independencia se dio por decreto en los Tratados de Córdoba en 1821, cuya iniciativa había sido orquestada por la propia corona española, y por lo tanto se convirtió en un tratado amable para las potencias europeas. Los indígenas y campesinos no ganaron con ello una restitución de sus derechos. La independencia no modificó las estructuras monárquicas de dominio y sometimiento.
Como país independiente pocos fueron los beneficios que obtuvieron los indígenas. Llegó el movimiento reformista y con ello las nuevas leyes emanadas de la República resultaron perjudiciales. Mediante las leyes de desamortización de bienes eclesiástico y comunales impuesta por la Ley Lerdo de 1856 y la Constitución de 1857 como parte del programa liberal de los gobiernos de Ignacio Comonfort y Benito Juárez, se disolvieron las repúblicas de indios, se suspendió el régimen jurídico especial de que gozaban, dando paso al fortalecimiento monopólico de las tierras.
El liberalismo de siglo XIX quedaría trastocado por la corriente positivista llegada del extranjero cuya formulación de programa positivo para la era moderna proclamaba un gobierno fuerte para garantizar orden político y desarrollo económico. El gobierno se personificó así en la figura de Díaz. Es harto conocido los niveles de esclavitud a la que fue sometida la población indígena y mestiza pobre, los abusos y arrebato de tierras a campesinos. De estos núcleos se constituyó el movimiento magonista, y los ejércitos de Villa y Zapata, fuerza principal de la Revolución y elemento motriz para cristalizar aquel cambio que la Independencia y la Reforma no pudieron hacer. A pesar que quienes terminaron orientando el movimiento fue la clase terrateniente nacional iniciada por Madero y continuada por Carranza y el grupo sonorense. La gran fuerza popular ganó espacios importantes como nunca antes. A ellos les debemos los derechos sociales constitucionales.
Esta apretada síntesis demuestra que no existe continuidad en los tres movimientos y por tanto de ahí no se sigue que debemos esperar una cuarta transformación. La Historia no es uniforme y tampoco se conduce por decreto como lo intenta hacer Morena. Es claro que a AMLO no le interesa la coherencia histórica, sino su uso, que intenta a través de su interpretación de la historia, recuperar a los grandes hombres porque AMLO se asume como el mesías que levantara a este país. Busca también el efecto de inyectar en la mente de los mexicanos que entramos en un proceso de cambio y así ser evaluado, y no por sus resultados.
Con la Revolución de 1910, México inició el largo trance de modernización acarreando consigo al mismo pueblo heredero del fracaso de la independencia pero que ahora la historia lo coloca en el mismo sitio pero en un eslabón superior. Las leyes históricas avanzan inexorablemente colocándonos nuevamente ante la posibilidad de redención que no necesariamente tendrá que cumplirse. Sólo nuestra madurez como clase hará menos violenta el cambio orientándolo a alcanzar una vida digna para los hijos de esta patria.
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