Pleno es la denominación política que en Antorcha damos al comité que dirige un colectivo; es decir, la vanguardia de un grupo de colonia o pueblo que es elegido democráticamente, se organiza, se disciplina, comprende mejor la importancia de las tareas antorchistas, convoca a los demás, estudia y asimila el marxismo-leninismo, motivo por el cual busca no solo entender las letras, sino, con ellas, transformar su realidad.
El pleno es el líder de colonia. Se preocupa por los demás, ayuda a sus semejantes, se prepara cada día un poco más, aconseja, delibera y, por qué no, llama la atención cuando es necesario.
En una palabra, el pleno es el líder de colonia. Se preocupa por los demás, ayuda a sus semejantes, se prepara cada día un poco más, aconseja, delibera y, por qué no, llama la atención cuando es necesario. Ante las dificultades no se achica, sino que se agiganta, encabeza las gestiones de sus compañeros, no permite que sus dirigidos sean denigrados por autoridad alguna, genera confianza e incluso, a veces, hasta cariño camaraderil por parte de los demás, etcétera.
Dedican una parte importante de su tiempo a la organización, dado que sus responsabilidades lo ameritan. A veces, cuando esta cuestión genera controversias familiares, tienen la experiencia y claridad de miras suficientes para explicar con paciencia, pero con profunda elocuencia, la importancia de sus tareas, para involucrar, incluso de ser necesario y posible, a sus familiares en ellas.
Ocurre con frecuencia que ellos, los integrantes del pleno, dirijan la reunión del grupo; ahí, con la facilidad que da conocer a sus propios vecinos, exponen los problemas y las metas, dan su punto de vista, pero mueven las conciencias para que los demás opinen, se involucren en la solución de las dificultades y crean armonía con la dignidad de un maestro, mismo que sabe ser justo, sin dañar susceptibilidades pero tampoco regalar elogios que puedan desembocar después en vanidades incontrolables.
Por ser activistas locales, deben a menudo convencer. No se conforman con saber, sino que necesitan persuadir, seducir elocuentemente como ha dicho alguien. Para ello, echan mano de ejemplos, testimonios, experiencias, en fin, lecciones que les ha dado la vida, pero, cuando esto no es suficiente, recurren a enseñanzas políticas que previamente han estudiado en los libros de sus círculos de estudio.
Ha ocurrido que alguno de ellos se decide a hacer activismo. En ese caso adquiere más responsabilidad y, por ende, más compromiso político, pero aunque esto no ocurra, sus tareas son precisas, bien delimitadas y claras: defender y difundir las ideas antorchistas, organizar actividades económicas, movilizaciones, asambleas, faenas, estudiar nuestras ideas y ser consecuente.
Un profundo amor a la organización los distingue de los demás, de la misma manera que una lumbrera entre la penumbra. Ellos han decidido voluntariamente ser parte de la dirigencia de su colonia, fraccionamiento o pueblo, porque añoran terminar con este sistema capitalista de producción, padre y madre de todas las injusticias sociales, porque desean acabar con la pobreza e instaurar un sistema que distribuya de manera justa y equitativa la riqueza social, es decir, entre todos los que la producen y no como ahora ocurre, que se concentra en unas cuantas manos.
Ellos son la espina dorsal de nuestro movimiento. Esto es exacto, sin retórica. Porque, sin su participación, sería imposible la unidad organizativa, la unidad ideológica y la unidad de acción.
No podría un líder, por sí solo, por muy brillante y heroico que parezca o sea, organizar, educar y movilizar a las grandes multitudes, multitudes grandes que son indispensables para la toma del poder por parte de cualquier grupo político como el nuestro.
En fin, los plenos antorchistas son a los sóviets rusos la vanguardia politizada, el embrión de la nueva sociedad que estamos construyendo. ¡Todo el poder a los sóviets!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario