MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sobre los desafíos del mundo trisecado: las contiendas del globalismo

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Con el asesinato del jefe militar iraní, Qasem Soleiman, perpetrado por el gobierno de Estados Unidos, el 3 de enero de 2020 en las cercanías del Aeropuerto Internacional de Bagdad, se ha desatado una tormenta político militar en la región y el mundo entero: la posibilidad de un nuevo y sangriento episodio de guerra pone en tensión al planeta entero.

Se trató de un “ataque de precisión” a un convoy de vehículos donde se transportaba al general Qasem Soleiman, utilizando un avión no tripulado MQ-9 Reaper, un dron conocido también como Predator B que puede alcanzar una velocidad máxima de 480 km/h, que lanzó dos misiles Hellfire R9X de alta precisión contra los autos del convoy en que viajaba el general iraní.

Estos acontecimientos muestran sin duda las nuevas formas de acciones bélicas de los países poderosos del mundo, donde el conocimiento es el recurso crucial de la capacidad de destrucción, la información, las armas inteligentes, los daños selectivos, es decir, los nuevos sistemas bélicos que disponen de mucha más potencia de fuego, velocidad y exactitud.

Precisamente de este tema y de esta terrible realidad nos hablan en su obra Las guerras del futuro (1993), el matrimonio norteamericano de Alvin y Heidi Toffler, sobre las guerras y a los esfuerzos antibelicistas del futuro. Se trata de un llamado a la paz en una época contemporánea de complejas condiciones económicas, políticas, sociales y militares.

En el apartado III, “Choque de las civilizaciones”, de la primera parte de su obra, los autores hacen referencia al mundo trisecado afirmando que “la humanidad se dirige cada vez más de prisa hacia una estructura de poder totalmente distinta que creará un mundo dividido no en dos sino en tres civilizaciones tajantemente separadas, en contraste y competencia: la primera simbolizada por la azada, la segunda por la cadena de montaje y la tercera por el ordenador.”

Los autores explican así estas tres civilizaciones. Tomando en consideración dos obras anteriores El shock del futuro (1970), La tercera ola (1980) y finalmente en Las guerras del futuro (1993), analizan cómo la especie humana había experimentado hasta ahora dos grandes olas de cambio, cada una de las cuales sepultó culturas o civilizaciones anteriores y las sustituyó por estilos de vida hasta entonces inconcebibles. La primera ola de cambio –la revolución agrícola- invirtió miles de años en su desarrollo. La segunda ola –el auge de la civilización industrial- necesitó sólo trescientos años. La historia avanza ahora todavía a mayor velocidad, y es probable que la tercera ola progrese y se complete en unas pocas décadas. Por tanto, al hablar de la azada los autores se refieren a la revolución agrícola, al hablar de la cadena de montaje se refieren a la civilización industrial y, finalmente, al hablar del ordenador se refieren a una tercera civilización caracterizada por el conocimiento y la información para superar a los adversarios de la era industrial.

Antes de la primera ola de cambio, la mayoría de los hombres vivían en grupos pequeños, a menudo migratorios, y se alimentaban de frutos silvestres, la caza, la pesca o la ganadería. Después de diez milenios, se inició la revolución agrícola, que progresó lentamente por el planeta, difundiendo poblados, asentamientos, tierras cultivadas y un nuevo estilo de vida. A finales del siglo XVII, aún no se había agotado esta primera ola de cambio cuando estalló en Europa la revolución industrial, que desencadenó la segunda ola de cambio planetario. Este nuevo proceso se extendió a través de naciones y continentes con una rapidez mucho mayor. Así pues, dos procesos de cambio, separados y distintos, recorrían simultáneamente el planeta, a velocidades diferentes.

En la actualidad, la primera ola de cambio prácticamente ha cesado: solo a unas pocas y diminutas poblaciones tribales no han llegado todavía a la agricultura. Pero básicamente ya se ha disipado la fuerza de esta gran primera ola. Entretanto, la segunda ola, tras haber revolucionado en muy pocos siglos la vida en Europa, América del Norte y algunas otras regiones del globo, continúa extendiéndose a medida que muchos países, hasta ahora fundamentalmente agrícolas, se apresuran a construir altos hornos, fábricas de automóviles y de tejidos, ferrocarriles e industrias alimentarias. Aún se percibe el impulso de la industrialización. Esta segunda ola no ha perdido por completo su fuerza.

En este mundo trisecado el sector de la primera ola proporciona los recursos agrícolas y mineros, el sector de la segunda ola suministra mano de obra barata y se encarga de la producción en serie, y un sector de la tercera ola en veloz expansión se eleva hasta el predominio basado sobre los nuevos modos de crear y explotar conocimientos

La era industrial bisecó el mundo en una civilización dominante y dominadora de colonias subordinadas de la primera ola. La mayoría de nosotros hemos nacido en este mundo, dividido entre civilizaciones de la primera y de la segunda ola. Y resultaba perfectamente claro quién ostentaba el poder.

Sin embargo, mientras continúa este proceso, ya ha comenzado otro, aún más importante. Cuando en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial culminó la marea de la industrialización, empezó a extenderse por la Tierra, transformando todo cuanto tocaba, una tercera ola. Por esta razón, muchos países perciben ahora el impacto simultáneo de dos e incluso tres olas de cambio completamente distintas, de velocidades diversas y con diferentes grados de fuerza tras de sí. Es el mundo trisecado.

En este mundo trisecado el sector de la primera ola proporciona los recursos agrícolas y mineros, el sector de la segunda ola suministra mano de obra barata y se encarga de la producción en serie, y un sector de la tercera ola en veloz expansión se eleva hasta el predominio basado sobre los nuevos modos de crear y explotar conocimientos. Las naciones de la tercera ola venden al mundo información e innovación, gestión, cultura, tecnología punta, programas informáticos, educación, formación profesional, asistencia sanitaria y servicios financieros y de otro tipo. Uno de estos servicios consiste en el suministro y protección militar basado sobre el mando de fuerzas superiores de la tercera ola.

En Estados Unidos –como en muchos otros países poderosos- la coexistencia de la segunda y la tercera ola crea actualmente tensiones sociales y conflictos peligrosos. Por ejemplo, en 1991 el mundo fue testigo de la primera contienda entre sistemas militares de la tercera ola y una anticuada maquinaria militar de la segunda ola. La Tormenta del Desierto constituyó el aniquilamiento unilateral de los iraquíes por los estadounidenses y sus aliados, en buena parte porque los sistemas de la tercera ola demostraron ser avasalladores.

El conflicto entre los grupos de la segunda y la tercera olas constituye, de hecho, la tensión política crucial en nuestra sociedad actual. La cuestión política fundamental no es quién domina en los últimos días de la sociedad industrializada, sino quién configura la nueva civilización que surge rápidamente para reemplazarla. A un lado están los partidarios del pasado industrial; al otro, cada vez más millones de personas que comprenden que los problemas más urgentes del mundo no pueden resolverse ya dentro de la estructura del orden industrial. Este conflicto es la “superlucha” por el mañana.

Es por ello por lo que se da un “Choque de civilizaciones” que explica fenómenos como los nacionalismos actuales. El nacionalismo entendido como la concepción de la nación-estado, que constituye un producto de la revolución industrial. Así, cuando sociedades de la primera ola o agraria tratan de iniciar o de completar su industrialización, exigen los arreos de la nacionalidad, demandando los signos que ayer correspondían a la modernidad, las banderas, los ejércitos y las monedas que definían a la nación-estado durante la era de la segunda ola o industrial.

A medida que las economías son transformadas por la tercera ola, se ven obligadas a ceder parte de su soberanía y a aceptar crecientes y mutuas intrusiones económicas, políticas y culturales. Así pues, nos dicen los autores, mientras los poetas e intelectuales de regiones económicamente atrasadas escriben himnos nacionales, los poetas e intelectuales de los países de la tercera ola cantan las virtudes de un mundo globalizado, “sin fronteras” y de una “conciencia planetaria”. Las colisiones resultantes, reflejo de las agudas diferencias entre las necesidades de dos civilizaciones radicalmente distintas, podrían provocar en los próximos años un derramamiento de sangre de la peor especie.

El cambio histórico de un mundo bisecado a otro trisecado puede desencadenar en el planeta las más serias pugnas por el poder cuando cada país trate de situarse dentro de la triple estructura de fuerzas. Esta monumental redistribución del capital y el poder se acompaña de un cambio en la significación y naturaleza del conocimiento. Sin duda, la certeza de las predicciones planteadas por Alvin y Heidi Toffler, sobre Las guerras de futuro, a la luz del inminente conflicto bélico entre Irán y Estados Unidos, son prueba palpable de ello.

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