"La poesía de Díaz Mirón posee la dureza y el esplendor del diamante. Un diamante al que no le faltan, sino le sobran, luces", opinó Octavio Paz sobre Salvador Díaz Mirón. El Movimiento Antorchista gestionó la construcción de obras de alto impacto en la capital veracruzana, y las bautizó con el nombre de Salvador Díaz Mirón: el albergue estudiantil, el auditorio de la Reserva Santa Bárbara y, recientemente, el Instituto Deportivo que forma licenciados en Educación Física y Metodología Deportiva. ¿Por qué elegimos el nombre de este importante poeta?
Salvador Díaz Mirón nació el 14 de diciembre de 1853 en el puerto de Veracruz. Creció en el núcleo de una familia simpatizante de las ideas juaristas y de las letras. Su padre, Manuel Díaz Mirón, fue coronel en las filas juaristas y gobernador militar de Veracruz. Al mismo tiempo, escribió obras como los Ensayos literarios (1865) y fundó la primera versión del periódico El Veracruzano (1844), en el que publicó varias de sus poesías. Debido a la influencia de su padre, Salvador se familiarizó desde muy temprana edad con los escritores europeos de la época; comenzó sus estudios en el Seminario del Exconvento de San Francisco (predio que hoy ocupa el Parque Juárez en Xalapa); estudió inglés y francés en Nueva York, que es cuando escribe el poema Mística.
Cuando Salvador regresa a Veracruz, se involucra activamente en la vida cultural porteña. En 1874 participó en la fundación de la Sociedad Literaria Manuel Acuña. A los 23 años comienza su carrera política (1876); empezó a colaborar en el periódico El Pueblo con artículos de contenido social y político. Salvador consideraba que uno de los medios más eficaces de medrar en política era el periodismo, por lo que funda en 1877 otra versión de El Veracruzano. Sus escritos se caracterizaron por la valentía con que denunció las actitudes violentas y arbitrarias de personajes políticos importantes como el gobernador de Veracruz Luis Mier y Terán, que asesinó a nueve personas por "conspirar" contra el régimen de Porfirio Díaz, para acallar la indignación y las protestas populares.
Salvador fue miembro del Congreso Local de Veracruz y del Congreso Federal en dos ocasiones. Cuando Inglaterra cobró a México la deuda que nuestro país tenía con ellos, Salvador Díaz Mirón, junto con Guillermo Prieto, Fernando Duret y Francisco Viñas se opusieron a cubrirla. Salvador tomó la palabra, en noviembre de 1884, y manifestó que no convenía hipotecar el ingreso nacional porque de esa forma se lanzaría al país al abismo y a la deshonra. Justo Sierra, con todo y que formaba parte de la fracción de diputados opuesta a Díaz Mirón, reconoció las "razones elocuentísimas vertidas en un lenguaje artístico y poético" de Salvador, al grado que se refirió al discurso de éste como una "oda patriótica". A esta época pertenecen sus poemas "A Gloria" y "Sursum".
Durante su permanencia en la Cámara de Diputados, en la segunda presidencia de Porfirio Díaz (1884-1888), Díaz Mirón pronunció un discurso en homenaje a Victor Hugo por haber sido "el poeta sublime de la humanidad; el gran sacerdote de la religión, del derecho y la justicia; el apóstol de la idea republicana; el amigo apasionado de México en los días de desgracia"; y otro en el que enjuiciaba la administración de Manuel González, durante los años 1883-1884, por sustracción y derroche de los fondos nacionales.
Salvador era compadre de Porfirio Díaz; sin embargo, siempre mantuvo una postura crítica; rompió formalmente con él en 1909. A finales de 1910, durante la sesión de la Cámara de Diputados se sintió aludido por unas palabras ofensivas de un diputado y disparó contra éste. Lo desaforaron y encarcelaron en la cárcel de Belén. Ahí lo visitaban varios estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, algunos pertenecían a una sociedad que se llamaba "Bohemia literaria", para rendirle tributo de admiración al glorioso poeta, ahora cautivo.
A Salvador Díaz Mirón lo leía el pueblo; muchas personas sabían sus versos. Manuel Sol, editor del libro Salvador Díaz Mirón asegura que fue uno de los escritores mexicanos cuya obra caló hondo en los sentimientos de las multitudes y en el arte de otros poetas, trascendiendo incluso las fronteras mexicanas. Anatolio Lunacharsky, ministro de instrucción de Lenin, buscó que se tradujeran al ruso poemas de Salvador Díaz Mirón como Los Parias y, principalmente, Asonancias. Este último versa "Sabedlo, soberanos y vasallos, próceres y mendigos: nadie tendrá derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto". Rubén Darío, saludó a Diaz Mirón con un cuarteto que versa "¡Hijo del nuevo mundo!, la humanidad oiga, sobre la frente de las naciones, La hímnica pompa lírica de tus canciones Que saludan triunfantes la libertad".
En 1901 se publicó su libro Lascas, considerado un acontecimiento literario en América Latina. Al respecto, Luis G. Urbina escribió que se trataba de "las estrofas más perfectas que puede presentar hasta hoy la poesía mexicana", que dio al lenguaje "flexibilidad, sonoridad y delicadeza no poseídas hasta ahora". Manuel José Othón dijo "Hay en Lascas, en primer lugar, la revelación de una fuerza poderosa e ingente, distinta de la que conocíamos a Díaz Mirón, con todo y que aquélla no era menos grande, pero ésta como digo, es distinta".
En Antorcha consideramos a Díaz Mirón como un hombre que, con todo el entusiasmo y energía de la juventud, defendió los derechos de sus semejantes, tuvo el valor de denunciar los crímenes cometidos por las autoridades y se opuso siempre al robo de recursos públicos para hacer fortunas personales. Además, cultivó desde muy temprana edad su espíritu literario y, con sus obras, ha participado en la formación espiritual de sus lectores. Por todo ello, es que le rendimos verdadero homenaje y procuramos resaltar su ejemplo entre las nuevas generaciones.
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