En una zona marcada por la desigualdad, jóvenes de familias trabajadoras estudian en aulas improvisadas mientras esperan que autoridades cumplan con dotarlos de un espacio digno
Las oleadas de trabajadores que llegan a las grandes ciudades en búsqueda de mejores oportunidades de vida van encontrando vivienda, por lo regular, en sus zonas marginales. Es la única alternativa disponible para proporcionar albergue a su familia mientras salen a ofrecer su fuerza de trabajo al mercado laboral.
Hombres y mujeres, obligados por la necesidad, han modificado el espacio geográfico, acondicionándolo lo mejor que se pueda para satisfacer, aunque sea a medias, sus necesidades perentorias.
La zona limítrofe entre los municipios de Naucalpan y Huixquilucan, así como todas las que rodean la periferia de la Ciudad de México, se ha poblado vertiginosamente, en buena parte por esas oleadas y, en parte también, por el incremento natural de la población que formó los primeros asentamientos en estos lugares durante el impulso del capitalismo de los años cuarenta del siglo pasado.
Para el año 2020, la zona tiene una de las más altas tasas de densidad de población. El censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), realizado en ese año, señala que, en Naucalpan de Juárez, la población es de 834 mil 434 habitantes, con una densidad de 5 mil 285 habitantes por kilómetro cuadrado. Colonias como La Mancha II y III, Lomas del Cadete, Minas Palacio II y Río Hondo son un claro ejemplo de la rapidez del crecimiento demográfico en esta zona.
Por su parte, Las Canteras y El Pedregal, pertenecientes al municipio de Huixquilucan, también son el resultado de la onda expansiva poblacional que nace del centro de las urbes hacia la periferia.
El color de los cerros se ha tornado gris; las paredes de tabiques sin repellado ni pintura otorgan ese aspecto monocromático al panorama, que termina abruptamente con el muro que separa, con menos de 20 centímetros de espesor, la pobreza de la opulencia. Inician los terrenos donde se asienta Bosque Real, uno de los sitios habitacionales más exclusivos del Estado de México.
En el año 2009, la naciente escuela preparatoria Ernesto Guevara, en la colonia Las Canteras, ubicada en esa zona limítrofe pero dentro del territorio de Huixquilucan, atendía a sus 60 alumnos iniciales gracias al apoyo de los docentes de las demás instituciones que ofrecían sus servicios en el mismo predio: el preescolar Mazatli, la escuela primaria Francisco Javier Mina y la telesecundaria Pedro Moreno.
Un salón de materiales reciclados, sobrantes de otras aulas, sirvió de espacio para que cuatro docentes impartieran las primeras clases. Al año siguiente, cuando comenzó el incremento natural de la matrícula y se formó un grupo más, se ocupó un salón que recientemente había construido el gobierno del estado para la telesecundaria, después de diez años de gestión.
En el ciclo escolar 2010–2011, gracias a la lucha constante, obtuvieron el reconocimiento oficial y, por tanto, el pago de los maestros que, para esas fechas, se había incrementado a ocho.
Cada una de estas instituciones, con sus propias carencias de personal y de recursos económicos, desplegó un trabajo destinado al buen funcionamiento de una escuela que, en el fondo, surge de la necesidad de una alternativa académica para los miles de jóvenes de los arrabales de los municipios de Naucalpan y Huixquilucan.
Sobreviven las viejas galeras que servían para la cría de pollos de engorda en una antigua granja; en ellas, desde los primeros días de la escuela primaria Francisco Javier Mina, se han adaptado los salones en donde han aprendido varias generaciones de niños y jóvenes.
Con el techo de láminas metálicas, todavía continúan como aulas que usan alternadamente, por la mañana los alumnos de la primaria y, por las tardes, los de la preparatoria.
Una de las primeras instituciones con las cuales se inició esta unidad pedagógica fue la escuela primaria Francisco Javier Mina. Maestros que aún laboran ahí conocen las luchas desplegadas por la comunidad escolar para la defensa del predio que hoy ocupan ante la oposición inicial de los ejidatarios, para la obtención del reconocimiento oficial de los estudios y para la construcción de la infraestructura educativa.
La escuela preparatoria se ha adaptado al espacio disponible. Funciona en el turno vespertino y hoy cuenta con nueve grupos formados por 40 alumnos en promedio, lo que provoca un hacinamiento que afecta directamente la convivencia y el aprendizaje de los educandos.
Además de que los salones no reúnen las condiciones adecuadas para un nivel medio superior, los alumnos no cuentan con laboratorios de ciencias ni de cómputo, tampoco con biblioteca, auditorio o sala de proyecciones. El patio no tiene el espacio suficiente para que, en el receso del día, sea posible jugar sin molestar a quienes conviven con otros compañeros.
La atención a padres de familia y alumnos que requieren orientación se ofrece en aulas de lámina, originalmente pensadas para ser provisionales y que han permanecido por más de 20 años; no cuentan con sanitarios recomendables para su edad, utilizan los que se han vuelto comunes, pues dan servicio a los alumnos de la primaria, secundaria y preparatoria.
Hace algunos meses, a través de la lucha, lograron la obtención de un terreno; sin embargo, las condiciones físicas que tiene el predio prometido no son aptas para la construcción de los edificios escolares, pues requiere una adaptación previa que los funcionarios municipales se comprometieron a realizar, sin que hasta la fecha se cumpla ese compromiso.
Los docentes, padres de familia y alumnos se dirigen ahora a la gobernadora del Estado, la maestra Delfina Gómez Álvarez, para que se garantice su derecho de audiencia, los escuche y les resuelva lo necesario para que se les entregue y construya lo indispensable para tener acceso a una formación académica integral.
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