El pasado domingo 10 de marzo se cumplieron cien días de gobierno del actual presidente de la república. Y uno de los aspectos más sobresalientes en este periodo, en cuanto a su encono contra las organizaciones sociales, han sido sus ataques directos y sistemáticos en contra del Movimiento Antorchista Nacional. Con el argumento del combate contra la corrupción, ha señalado que una de sus principales políticas consistirá en impedir la entrega de recursos públicos a las organizaciones sociales, es decir, que se acabaron los "intermediarios", que la "política de moches a finalizado" y que ahora a la gente se le va a entregar directamente el apoyo y nada de que "yo soy de la Antorcha Mundial y dame el dinero" o de la "Francisco Villa o de la Emiliano Zapata". Los antorchistas, por nuestra parte, hemos argumentado a la opinión pública que en los 45 años de vida de nuestra organización, hemos sido gestores del pueblo pobre organizado que reclama al gobierno atención a sus necesidades más elementales como son agua potable, luz eléctrica, drenaje, pavimentación, educación, salud y vivienda, entre muchas otras.
Quienes formamos parte de Antorcha y por años hemos gestionado, por ejemplo, el mejoramiento de la infraestructura de una institución educativa, sabemos bien que el gobierno federal, estatal o municipal, no entrega recursos públicos a ninguna organización para que sea ésta la encargada de realizar las mejoras a una escuela, sino que es el propio gobierno el encargado de licitar, contratar, manejar los recursos económicos y supervisar la realización de la obra. Por tanto, el Movimiento Antorchista Nacional no es otra cosa que el pueblo pobre de México que, organizado, gestiona la solución a sus legítimos y más ingentes problemas. Antorcha no pide moches ni es intermediaria de ningún tipo de recurso económico.
Estos ataques calumniosos lanzados públicamente por el presidente de la república en contra de Antorcha, han sido replicados por un grupo de promotores y apologistas del actual gobierno quienes se autoproclaman analistas, investigadores y doctores honoris causa de la verdad absoluta. Veamos un ejemplo claro de esto. En el programa Tercer Grado, transmitido el 13 de marzo, al cuestionarse ¿cuál era la diferencia principal en la forma de gobierno de Enrique Peña Nieto y la forma de gobierno de Andrés Manuel López obrador? El periodista René Delgado, ex director del diario Reforma, respondió: "los estilos son diametralmente distintos; aquel (Peña Nieto) parte de un supuesto consenso de las oposiciones que al final fueron arrastradas por el pacto y que no supieron remontar el acuerdo que tuvieron, y este hombre (López Obrador) prescinde de todas las oposiciones y contrapesos para llevar a cabo su propio discurso político [...] el problema es que cuando vas por un cambio radical, como él mismo lo denomina, en términos de raíz, por lo general no matizas, no tienes la oportunidad de decir: esta agrupación si hacía su trabajo y esta no llevaba a cabo su trabajo", y al final de su idea termina diciendo, "hay casos como Antorcha Campesina y Reinserta, por poner dos polos".
Como podemos observar, René Delgado sostiene que la política de López Obrador es diferente a la del anterior gobierno porque Obrador prescinde de todas las oposiciones y contrapesos, como es el caso del Movimiento Antorchista Nacional a quien tanto ataca. El resultado de prescindir de las oposiciones y contrapesos políticos, es la pretensión del gobierno actual de concentrar el poder político de manera absoluta, es decir, asumiendo el control total de las tres esferas de poder público: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Y no solo en el discurso como señala Delgado sino en la práctica real, material y concreta. Preguntamos señor Delgado, ¿esto es bueno o malo, correcto o incorrecto, benéfico o perjudicial para el país? Al respecto René Delgado no dice nada. A mi juicio, esta política que intenta prescindir de los contrapesos políticos, es perjudicial para la sociedad en su conjunto, porque va en contra de la libertad de organización y manifestación, contra la libertad de pensamiento y de imprenta, y, por tanto, contra los derechos inalienables consagrados en nuestra Carta Magna.
Delgado cree que López Obrador está realizando un verdadero cambio o como él dice, "un cambio radical, de raíz", y, en consecuencia, el nuevo gobierno no puede matizar entre la labor de una u otra organización social. ¿De dónde saca Delgado que no se puede diferenciar entre el trabajo que realiza una u otra organización? ¿Acaso no se puede diferenciar la labor de morena con el PRD? ¿O acaso son lo mismo? Solo Dios sabe. Pero esta afirmación de Delgado en el sentido de que el nuevo gobierno no se puede diferenciar o matizar entre las distintas organizaciones sociales, no es más que una justificación para que el presidente acometa un día sí y el otro también, contra todas las organizaciones sociales hasta acabar con ellas.
Para saber si Antorcha ha venido realizando bien o mal su trabajo, basta con comprender el profundo contenido de su discurso contra la pobreza y la desigualdad social y contrastarlo en el terreno de los hechos. Si Delgado visitara e investigara las profundas transformaciones que Antorcha ha realizado, por ejemplo, en Tecomatlán, Ixtapaluca o Chimalhuacán, sin moches ni intermediarios, sino como representante legítima del pueblo pobre organizado, entonces, si tuviera honradez intelectual, estaría obligado a omitir sus aseveraciones generales y corroborar que las acusaciones de López Obrador son viles y vulgares calumnias.
En conclusión, René Delgado se levanta hoy como portavoz del actual gobierno morenista, no solo porque, en general, comparte su visión política, sino también porque, en lo particular, coincide con su política de ataque sistemático en contra de Antorcha y demás organizaciones sociales. La historia ha demostrado que, a pesar de los ataques contra la organización popular, nunca han podido acabar con ella. Joseph Goebbels, jefe de propaganda de Hitler, decía que para que una mentira se convierta en verdad bastaba con repetirla miles de veces. Sin embargo, una mentira repetida sistemáticamente no deja de ser mentira; quizá pueda adormecer temporalmente la conciencia de algunos sectores del pueblo que equivocadamente la considera como "verdadera", pero a la larga, la realidad económica, política y social se impone sobre el discurso y las calumnias. Así pasó con la política hitleriana y así pasará con todos aquellos que a través de sus ideólogos y sus apologistas pretendan calumniar, manipular y detener la organización popular y la rueda de la historia. Ante los ataques y la adversidad, estamos seguros que los verdaderos luchadores saldremos más probados y experimentados que nunca.
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