En días recientes, la propaganda oficial, los medios afines y las redes sociales han celebrado con bombo y platillo los datos del Inegi que reportan que, en 2024, más de 8.3 millones de mexicanos habrían superado la pobreza y 2.1 millones la pobreza extrema. Se nos presenta esta cifra como la prueba irrefutable del éxito de la 4T. Sin embargo, surge una pregunta incómoda: ¿Estos números reflejan una mejora real en la vida de la gente o son solo un espejismo estadístico?
La respuesta no está en una milagrosa creación de riqueza, sino en dos factores clave: cambios metodológicos en la medición y el reparto masivo de apoyos sociales clientelares.
La realidad en miles de colonias y comunidades populares desmiente el triunfalismo oficial. ¿Cómo se puede hablar de reducir la pobreza cuando persiste la falta de servicios más elementales como agua potable, drenaje, luz, pavimentación y acceso digno a la salud y la educación? Estas carencias siguen siendo el pan de cada día para millones de familias.
El gobierno presume una reducción de la pobreza de 51.9 millones de personas en 2018 a 38.5 millones en 2024, un descenso del 25.8 %. Pero la economía apenas creció un 0.9 % anual durante el sexenio. ¿De dónde surgió, entonces, el milagroso aumento del 15.7 % en el ingreso de las familias?
La respuesta no está en una milagrosa creación de riqueza, sino en dos factores clave: cambios metodológicos en la medición y el reparto masivo de apoyos sociales clientelares.
El Coneval, organismo autónomo que durante años midió la pobreza con credibilidad, fue desplazado. El Inegi, ahora bajo control oficial, modificó preguntas cruciales en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos, generando datos que desafían la lógica y la experiencia cotidiana. ¿Alguien puede creer que el hogar promedio mexicano ahorra el 43 % de lo que gana?
Resulta aún más sospechoso que se reporte una drástica reducción en carencias como el acceso al agua (bajó del 6.9 % en 2022 al 3.3 % en 2024) o a la salud (del 39.1 % en 2020 al 34.2 % en 2024) sin que existan programas de infraestructura a gran escala que lo sustenten.
De hecho, el acceso a la salud es hoy más precario que en 2018, cuando el Seguro Popular tenía una cobertura de la que hoy carece el Insabi.
Mientras se maquillan las cifras, la pobreza estructural se agrava. En estados como Chiapas, la pobreza extrema incluso aumentó. Guerrero sigue sumido en la miseria, con el 88.1 % de su población en pobreza multidimensional. Hay menos pobres en el papel, pero no menos pobreza en la realidad. Es como si a un corredor de maratón le recortaran la ruta para declararlo vencedor.
Entonces, si los millones de pobres no son los que verdaderamente salieron de la precariedad, ¿quiénes sí? La respuesta es clara: la cúpula gobernante y su partido. Morena, que en 2018 recibió 380 millones de pesos de financiamiento público, en 2026 recibirá más de 2 mil 700 millones. En nueve años, habrá acumulado la astronómica cifra de más de 32 mil millones de pesos, convirtiéndose en el partido más caro de la historia mundial.
Estos recursos, provenientes del erario, se destinan a rentar hoteles de lujo, organizar asambleas en salones exclusivos y financiar el estilo de vida de una nueva clase política que ostenta artículos de lujo mientras el pueblo sigue en la miseria.
La arrogancia de esta nueva élite se refleja en sus declaraciones:
Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, durante la entrega de apoyos por inundaciones: “Yo sé que los que se inundan son la gente pobre, entonces la gente pobre puede reponer sus cosas con poquito”.
Rocío Nahle, gobernadora de Veracruz, minimizó la brutal muerte de la maestra Irma Hernández —cuya autopsia confirmó tortura y secuestro— afirmando que “les guste o no, fue un paro cardíaco”.
Layda Sansores, gobernadora de Campeche, sentenció: “ser mujer, indígena y pobre es lo peor que te puede pasar en la vida”. ¿Estos son los defensores de los pobres?
Frente a este engaño monumental, desde el Movimiento Antorchista sostenemos que el problema central de México es la injusta distribución de la riqueza. La salida no está en esperar migajas ni celebrar cifras falsas.
Nuestra propuesta se basa en cuatro ejes irrenunciables: elevar salarios, generar empleos formales, aumentar el gasto social productivo y distribuir la riqueza de manera justa.
Es urgente recuperar los programas sociales y de empleo que este gobierno desmanteló y exigir que regrese el gasto social a niveles que permitan invertir en infraestructura y bienestar, incluyendo fondos como el Ramo 23.
El individualismo y el egoísmo de esta nueva oligarquía han fracasado. Sólo la unidad, la fraternidad y la lucha organizada del pueblo pueden abrir el camino hacia un verdadero cambio.
México necesita una transformación de fondo, dirigida por y para los trabajadores, no por partidos que se enriquecen con el dinero público. Hoy más que nunca, debemos despertar al león dormido y luchar unidos por un país justo. Y el Movimiento Antorchista está dispuesto a encabezar esa lucha verdadera.
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