El pasado 25 de noviembre los restos de Valentín Campa Salazar fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres. En ceremonia solemne, Andrés Manuel reivindicó al líder ferrocarrilero que falleciera hace 20 años: resaltó su integridad, su austeridad, y la congruencia con sus principios, así como su importancia en la formación de un país más democrático. Tras mencionar las cualidades por las que el líder comunista merecía reposar al lado de las personas que más han contribuido al México contemporáneo, ante todos los reunidos, el presidente apostrofó: "El mejor homenaje que podemos rendir a Valentín Campa es comprometernos a no fallarle al pueblo, a no robar, a no mentir y a no traicionar al pueblo de México". Por su lado, la secretaria Sánchez Cordero, que también asistió a la ceremonia, dijo: "Celebro el arribo de quien encarna los valores de la 4T". En Valentín, el Gobierno de la República homenajeó no sólo al ferrocarrilero, sino al comunista.
Campa Salazar fue una de las figuras más sobresalientes de la izquierda mexicana del siglo XX. Formó parte del Comité Central del Partido Comunista Mexicano –de donde sería expulsado y readmitido a lo largo de su vida- fundó el Partido Obrero Campesino Mexicano, y encabezó la huelga de ferrocarrileros en 1959, lo que le costó pasar 10 años recluido en la prisión de Lecumberri. Valentín Campa fue, ante todo, un comunista. Pero el líder neolonés no es el único comunista cuyos restos serán trasladados al panteón civil de Dolores, pues el Gobierno Federal anunció que los restos de Arnoldo Martínez Verdugo -Secretario General del Partido Comunista Mexicano entre 1963 y 1981- también serán exhumados, aunque la ceremonia se llevará a cabo hasta mayo de 2020. De hecho, el Diario Oficial de la Federación publicó este 22 de noviembre el decreto mediante el cuál los dos comunistas fueron declarados personas ilustres.
A raíz de estos acontecimientos, ciertos analistas han tendido una línea directa entre el gobierno de la Cuarta Transformación y la historia del comunismo mexicano. Un claro ejemplo es la portada del último número de la revista Proceso, donde se lee: "El PCM en las raíces de la 4T". La tentación de establecer una relación estrecha entre el gobierno de Andrés Manuel y el PCM se funda, sobre todo, en tres hechos: primero, la inhumación de Campa y Salazar en la Rotonda de las Personas Ilustres; segundo, la conmemoración de los 100 años de existencia del PCM; y tercero, las opiniones que algunos miembros del equipo de gobierno han vertido respecto al ideario comunista. Aquí podemos mencionar a Alejandro Encinas –subsecretario de Gobernación- quien acudió a la ceremonia en que se celebró el centenario del PCM, y que publicó un artículo en El Universal al respecto. Pero Encinas no es el único: Luciano Concheiro, alto funcionario de la SEP; Pedro Salmerón, ex director del INHERM; y Taibo II, director del FCE, por mencionar algunos, también han expresado en diversos foros su respaldo al pensamiento comunista. Hasta Yeidckol Polevnsky, dirigente de Morena, reivindica en Twitter a Fidel Castro, al PCM, y a otras figuras del comunismo mundial.
Es probable que sea esto por lo que algunos voceros de la derecha acusen al gobierno morenista de intentar implantar un régimen comunista, y que incluso haya quienes vean en Obrador a un potencial Hugo Chávez. Nada más lejos de la realidad. Andrés Manuel no solo ha negado abiertamente la teoría científica de Carlos Marx, pilar del pensamiento comunista, sino que jamás –ni como priísta, ni como perredista, ni como morenista- sus planteamientos políticos han respondido a la visión comunista del mundo. Antes bien, López Obrador tiene una concepción religiosa que aplica para todo. Así se entiende que su plan para sacar adelante al país sea "moralizar" a la nación, con lo que se terminaría la corrupción, la pobreza y la inseguridad. Por eso, cuando, parado ante la tumba de un comunista, el presidente se ve obligado a extraer algunas lecciones de su vida, el resultado es la trillada fórmula que repite como letanía: no mentir, no robar y no traicionar. Poco o nada tiene que ver Valentín Campa con el tridente moralino de Obrador.
¿A qué se debe entonces que el partido en el poder homenajee al comunismo, si la cabeza del Morena no comparte tal pensamiento? Se debe a que un sector de la izquierda del ex PCM está inserto en la cúpula del partido que gobierna. Se trata de una corriente política que del PCM pasó al PSUM, luego al PMS, de ahí al PRD y luego vio en AMLO la única posibilidad de acabar con el régimen bipartidista del PRI y el PAN. Ellos confiaron en que Morena era la única alternativa que tenía México para resolver los problemas del país, por lo que, a pesar de las diferencias ideológicas, fueron bien recibidos por Obrador en su proyecto político. Al final, cada grupo que se sumó a la campaña, se tradujo en cierta cantidad de votos en julio de 2018. De ahí se desprende la narrativa aparentemente comunista de la Cuarta transformación.
En los hechos, y a pesar de los homenajes, el comunismo es algo diametralmente opuesto al gobierno de AMLO. Entendido como un sistema socioeconómico que supere los principales problemas económicos y sociales del capitalismo, el comunismo, en efecto, merece no solo ser celebrado, sino también practicado. Entender la sociedad mexicana actual a partir de la lucha de clases, la propiedad sobre los medios de producción, el imperialismo, y el papel determinante del pueblo trabajador, es algo sin lo cual ningún gobierno pretendidamente revolucionario podrá llevar a cabo una acción verdaderamente transformadora. Nada de esto lo encontramos en la concepción económica, social y política de la Cuarta Transformación. Los homenajes ayudan a mantener la narrativa de un gobierno progresista, pero es la práctica y no el discurso lo que define al hombre. Todavía hace falta, pues, un gobierno del pueblo, encabezado por un partido con claridad de miras y con hondas raíces sociales, que realmente conduzca a México hacia ese futuro más próspero que todos necesitamos.
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