Si las poderosas élites económicas influyen definitivamente en la vida política de un país, de acuerdo con la OXFAM, ¿es peregrino pensar que el actuar de los medios de comunicación está sustraída de esta ominosa influencia? Si pensamos en lo vital que es para los multimillonarios mantener un sistema económico que los ha encumbrado, generar una opinión sobre el estado de cosas en lo social y económico que sea favorable para ellos se convierte en una meta imprescindible. Estas élites del dinero son dueños de estos medios o patrocinan a su conveniencia el contenido informativo. Para Einstein, en 1948, esto no podría pasar desapercibido: "los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación)". Para que ocurra esto es necesario que los medios de comunicación sean concebidos, ante todo, como empresas que, como sus genéricas, busquen acumular ganancias a como dé lugar. Su mercancía es el servicio de comunicar; y bajo la lógica poderosa capitalista, sus estimaciones con lo social tienen un deshonroso segundo plano: ofrecen el servicio no impelidos por un deber comunitario, sino como un modo de atiborrar sus cuentas bancarias.
Ante esto, las empresas de telecomunicación han intentado por todos los medios evitar evidenciar esta realidad mercantil, diseñándose una imagen filantrópica y humanista: teletones, juguetones, etc. Y su éxito por dominar las masas tiene resultado. Otra vez Einstein: "Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos". La desinformación es un objetivo central para sus clientes capitalistas y para los dueños de esas empresas telecomunicativas.
Bajo este contexto, nace la prensa de oposición, la no oficial. En México, la Revista Proceso es considerada por muchos como el paradigma de los avatares que atraviesa un semanario de izquierda para exponer la verdad de los poderosos. En los años 70, los periodistas Julio Scherer García y Miguel ángel Granados Chapa, entre otros conspicuos escritores generaron una revista sumamente crítica con la oficialidad. Ante el ayuno de medios con este perfil, por lo arriba escrito, Proceso y poquísimos similares han logrado mantenerse, creando un mercado cautivo emanado de los sectores medios e ilustrados de la sociedad mexicana; en parte porque varios de sus trabajos periodísticos, en un inicio, fueron investigaciones serias. Y aunque para muchos intelectuales ese semanario es infalible, debemos apuntar que dicha publicación tiene también una línea editorial que se oferta para dar golpes políticos. Es decir, aunque posicionados como informativo "contestatario", no han logrado sustraerse de la lógica del lucro. Así parece apuntarlo el pleito legal entre la periodista Sanjuana Martínez y Proceso. La primera alegó que fue despedida injustificadamente. Explica: "Siempre fui un elemento incómodo para la nueva dirección (...) Mi visión periodística era la anterior, la del verdadero Proceso, esa que no aceptaba la censura ni el rumor como materia informativa (el subrayado es mío)". La también ganadora del premio "Ortega y Gasset" en 2008 afirmó que su despido fue inexplicable; el antecedente más cercano son sus investigaciones sobre casos de pederastia entre la cúpula de la iglesia católica que Proceso no quiso publicar (aún hoy se desconocen las razones de ello). En otra parte opina: "Muchos compañeros se ven obligados a autocensurarse para no perder el trabajo. Es así como algunos dueños de los medios de comunicación imponen la verdad única, la publicable, y hay una parte de la información que se queda guardada en el cajón o se tira al cesto de la basura, violentando (...) el derecho a recibir una información fidedigna y completa".
¿Hoy en Proceso hay un criterio de lo publicable y lo que no, basado en términos monetarios? ¿Actualmente en este medio el rumor sigue siendo materia informativa si así conviene a la imagen mercantil de la empresa? ¿Este torcimiento tiene financiamiento de las élites financieras o del propio gobierno federal, cliente número uno entre el oligopolio informativo en México? Lo que podemos asegurar es que los dueños de esta revista no pueden ser neutrales en el terreno político, si consideramos su influencia entre los sectores ilustrados, han convertido su revista en un instrumento político para golpear a personajes o actores políticos, en muchas de las ocasiones, sin el honroso propósito de defender la verdad. Por ejemplo, Francisco Ortiz Pinchetti (ex colaborador de Proceso) ha contado que mientras Julio Scherer (padre) era crítico con el PRI, su hijo -hasta hace poco responsable del consejo administrativo de aquella revista- entabló relaciones políticas muy cercanas con el priismo de Labastida y, más tarde, con Vicente Fox, y que su poder de negociación giraba en torno a su influencia en Proceso, e insinúa que su "capital" político lo obtuvo de este prestigio "crítico" en el medio político. Por estos días, este hijo de Scherer forma parte del gabinete de López Obrador como consejero jurídico de la presidencia; antes desempeñó un importante cargo, (simultáneamente que era miembro activo del semanario Proceso) en la campaña presidencial. Hoy ha renunciado y, con ello, el semanario quiso anunciar su alejamiento del poder con dos encabezados "críticos" al morenismo. Varios dicen que pretenden mantener este perfil para poder seguir siendo atractivos en el mercado de las telecomunicaciones; no es aventurado pensarlo: el contexto en que se dio el despido de Sanjuana y el doble manejo que le dan a sus publicaciones. Me refiero a que (a pesar de su "prestigio crítico") se han sumado a la campaña mediática por avivar e incrementar las calumnias en contra del Movimiento Antorchista Nacional y en particular en contra de nuestro Secretario General, Aquiles Córdova Morán.
En su última edición de la revista aludida "informan" que tres líderes del Movimiento Antorchista en Puebla están vinculados al robo de combustible. ¿Las pruebas? Ninguna. Y parece ser que la periodista responsable del "reportaje" no se siente obligada a presentarlas. Pues ella, como una buena parte de estos "investigadores serios", cree innecesario cuestionar este tipo de "axiomas" en el periodismo mexicano. Irresponsablemente piensa que ya no es necesario dar evidencias ante las acusaciones contra Antorcha porque ellos se han engullido, conscientes o no, que es evidentisimo que realmente somos esa caricatura gangsteril, violenta y corrupta que nos ha creado la reacción conservadora de este país. Antes estas groseras omisiones, Proceso no sólo no repara en ello, sino que parece que lo alienta. ¿Cómo podemos asegurar aquello? Por el contexto del agravamiento del linchamiento mediático en contra de nuestra Organización. Debemos recordar que aunque siempre hemos padecido la injuria gratuita de opinantes "pseudoinformados" y otras mentes menos afortunadas, desde días previos a la llegada del actual presidente, soportamos con más insistencia la furia excrementicia vertida en medios de circulación nacional. Hace pocas semanas sufrimos el ataque infundado de Televisa, mediante un reportaje con información tergiversada y presentada de manera frangollona; pocos de nuestros detractores recordaron que esta empresa televisiva, (considerada por muchos de ellos como un órgano oficialista), no emite acusaciones por la mera pasión periodística; nadie recordó que su actuar es calculador y, en varias ocasiones, conservador.
Hoy Proceso (sin ser, por cierto, su primera vez) al difamarnos deja ver que hace tiempo abandonó su compromiso ético para usarlo ahora como simple apariencia y divisa de venta al mejor postor, en idénticas proporciones de la prensa conservadora que juró combatir. La prueba es que, como en otras ocasiones, no han aceptado nuestro derecho a réplica pues, como dije más arriba, la lógica férrea de estos negocios nos cierra las puertas, confirmando, una vez más, que el derecho a la libertad de expresión para la mayoría tiene como condicionante el gélido poder económico.
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