La educación en México es de baja calidad. Hay pocas escuelas equipadas con lo fundamental, la infraestructura es deficiente y muy pocos de los egresados del nivel universitario trabajan en lo que se han especializado; no obstante, pareciera que muchos estudiantes no se afligen por esta situación y ven a aquellos que luchan por mejores condiciones educativas como unos revoltosos, o peor aún, como enemigos de clase.
No hace falta ir muy lejos para dilucidar esta situación. El pasado 23 de mayo, miles de jóvenes mexicanos protestaron porque no les entregaron las famosísimas Becas Benito Juárez prometidas por el Presidente del país, López Obrador. La mayoría no han sido censados y, por si fuera poco, el programa PROSPERA que recibían muchas de estas familias ha sido retirado por lo que se han quedado sin varios servicios que los ayudaban a solventar algunas de sus necesidades. Asimismo, los jóvenes protestaban porque hay aún varias escuelas afectadas por el sismo del pasado 19 de septiembre de 2017 que no han sido ni revisadas ni reparadas, eso sin contar las miles que aún trabajan en condiciones deplorables.
En redes sociales de medios locales y nacionales que cubrían esta nota los mensajes no fueron de tanto apoyo entre estudiantes, y las reacciones fueron peores, hay gente que se enfilaba para decir, "yo a tu edad trabajaba y estudiaba...y mírame". Claro ahora son súper exitosos en Facebook (aclaro, habrá algunos que hayan salido adelante y vivan más o menos bien) o mejor aún "tú, estudiante protestón, no mereces el apoyo", "antes no había becas... Y aún así seguimos estudiando, para que quieren el dinero para irse de pedos y publicar sus fotos en las redes? Jajaja váyanse a estudiar, dejen el show!", "Que les hagan lo mismo que en Tlatelolco, jaja", "Les aseguro q los alumnos q se merecen esas becas no andan en esa marcha d revoltosos" (sic). Los que se atrevían a expresar su apoyo de inmediato eran rebatidos: ¿de qué se trata?, ¿de desvirtuar una lucha digna? Bueno, porque a mí me parece que es más tema de discusión que el gobierno federal haga recortes a servicios y sectores importantes, mientras por otro lado se aumente la publicidad y se concentre en dar dinero a los jóvenes que votarán en dos años y no en mejorar su calidad educativa.
Para sustentar esto, quiero recordar algunas cifras de la educación en México del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
El gasto nacional en educación en 2016 representó solo 4.9% del Producto Interno Bruto (PIB), el gasto por alumno en el país es significativamente menor en comparación con el resto de los países miembros de la OCDE. Asimismo, sólo seis de cada 10 jóvenes de 15 a 17 años cursan la educación media superior.
El documento evidencia que la carencia de infraestructura afecta a una quinta parte de los alumnos de educación básica ya que no cuentan con servicios básicos en sus escuelas, en el caso de educación media superior 28% de los planteles no cuentan con agua todos los días, 2% no cuenta con energía eléctrica y a 69% le falta mobiliario en al menos una de las aulas (El Economista, diciembre 2018).
Las cifras no han mejorado. A principios de mayo de este año se realizó la marcha por la ciencia, en la que los organizadores destacaban que en el país hay más de 5.4 millones de analfabetas, 10.1 millones sin primaria completa y 16.4 millones sin secundaria completa. Sumado a esto, el 60% de los estudiantes que egresan de la educación media salen con severas deficiencias en lectura y escritura.
¿Y luego? Los datos son claros. La educación se regula con el sistema económico en el que vivimos, y esto es un reflejo de que el neoliberalismo no ha muerto. Más vivo que nunca abofetea con la realidad al presidente Andrés Manuel López Obrador, hay en México una desigualdad económica que no se resuelve con unos cuantos pesos, que no representan ni la mitad de lo que antes se les daba y que tampoco mejorará los edificios de palos en los que estudian varios jóvenes.
No vaya usted lejos, visite las escuelas de la periferia de su ciudad, de las comunidades, de las colonias más pobres: ¡comparten salones con bodegas! ¡Los baños son fosas! Hablo con conocimiento de causa, sé que muchos emigramos en busca de una educación digna, mejor, que padres en campo, fábricas y comercio se parten el lomo para apoyarnos. No, yo no creo que la lucha estudiantil sea una pérdida de tiempo. Yo creo que la causa es justa, necesaria y útil para los jóvenes mexicanos.
Varios movimientos estudiantiles, como llamarada, han movido a las masas por causas verdaderas como más apertura universitaria, incluso para denunciar hechos atroces, pero se han esfumado y a pocos he oído protestar por los recortes a la educación que también debiera ser nuestra lucha, pero se dejan mancillar creyendo que la 4T es la solución pese a lo que estamos viendo.
Regresando a la manifestación del 23, los muchachos en Puebla realizaron una caravana cultural, a rostro descubierto y ordenados, marcharon con vigor, celebran 20 años de organizados, en otras ocasiones se han movilizado para hacer eventos culturales, deportivos y recientemente uno académico nacional de matemáticas, por ello difiero de los cibernautas que los atacan de incultos y revoltosos, también de aquellos conductorcillos que gritan al aire: ¡qué barbaridad, mire usted!
Es necesario que los estudiantes del país abracen esta lucha como suya, porque tiene bases y porque nos afecta a todos si no se solucionan estos problemas, pues el desarrollo de un país depende de la educación del pueblo. Entonces, a aquellos que no les interese mas que su mediocre existencia individual guardense los comentarios y dejen luchar a esos, estos, que queremos algo mejor para todos y no para unos cuantos.
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