MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

México y la China comunista

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Este 2019 la República Popular China cumplió 70 años de existencia. Fundada por Mao Tse Tung en 1949, la república asiática pasó de ser una sociedad eminentemente rural y con altos grados de pobreza a ser una potencia económica que hoy le disputa a Estados Unidos la hegemonía mundial. El aniversario se conmemoró con un gigantesco desfile militar en el que las fuerzas armadas chinas presentaron lo mejor de sí: aviones de combate con tecnología de punta, misiles de largo alcance, y un ejército orgulloso y disciplinado como el que más. Xi Jinping, presidente de mil quinientos millones de chinos, pronunció un duro discurso en respuesta a las agresiones económicas que su país ha recibido de los Estados Unidos: "Nada puede detener a la nación y al pueblo chino en su progreso", dijo el líder. Y es que la república comunista llega a sus 70 años como un paradigma de desarrollo para los pueblos del mundo.

Durante sus primeras dos décadas de vida, en el contexto de la Guerra Fría, China ensayó infructuosamente distintos modelos políticos y económicos que le permitieran convertirse en un país desarrollado. En los años 50 y 60, de la mano de Mao, el gobierno chino impulsó el Gran Salto Adelante, un conjunto de medidas económicas y políticas orientadas a revolucionar la economía: se trataba de transformar aceleradamente la producción tradicional basada en el campo, para convertirla en una poderosa economía industrial. Como política complementaria, Mao implantó un proyecto que eliminaría definitivamente los residuos de la sociedad burguesa: la Revolución Cultural. La concepción comunista del presidente no solo exigía la superación del orden burgués en el plano económico, material, sino también en el terreno espiritual. Sin embargo, los ambiciosos planes de Mao fracasaron. Cuando el fundador de la República murió, en 1976, China no tenía una economía industrializada y sus habitantes no eran el hombre nuevo anhelado por el comunismo.

Con la muerte de Mao cambiaron las estrategias, mas no el objetivo. Deng Xiaoping, nuevo Jefe de Estado, propuso un viraje de 180 grados que pretendía liberalizar la economía. Se aceptó la propiedad privada, se abrieron las puertas al capital transnacional y se relajaron las tensiones diplomáticas existentes con Occidente. El nuevo proyecto, bautizado como "Socialismo con características chinas", se basaba fundamentalmente en dos premisas: por un lado el Partido Comunista de China mantendría la rectoría del Estado y de las principales ramas de la economía –energía, recursos naturales, etc.-, y por el otro, se alentaría la participación de la iniciativa privada; la condición única era que el Partido Comunista no debía perder el control del proceso, pues el cambio de estrategia no significó una renuncia al objetivo final de establecer una sociedad comunista. Así, a principios de los años 80, China comenzó una vertiginosa carrera hacia el desarrollo.

Cuarenta años después, el experimento rinde frutos. Entre 1990 y 2018, el Producto Interno Bruto de China creció en un 3668% y la pobreza disminuyó del 66.2% de su población al 3.1%, China se convirtió en el principal país exportador del mundo, y empresas como Huawei están a punto de desbancar tecnológicamente y en ventas a grandes marcas estadounidenses como Apple. La república comunista pasó de ser un país sometido, pobre y muy desigual, a ser un país respetado, rico y que todos los años saca de la pobreza a millones de personas. Todo, bajo la guía del Partido Comunista. Con estos resultados, ¿puede decirse que el comunismo es una ideología obsoleta, pasada de moda, cuyo fracaso está demostrado, y que, por lo tanto, está descartada para los países que buscan salir del sometimiento, la pobreza y la desigualdad?

A pesar de la evidencia, poderosas figuras de los centros capitalistas se empeñan en combatir todo lo que tenga un ligero tufo a comunismo. Un ejemplo muy claro lo encontramos en el discurso que dio Donald Trump, en febrero de este año, frente a la comunidad de venezolanos que vive en Estados Unidos. Dijo el magnate: "El socialismo promete prosperidad, pero produce pobreza. El socialismo es una ideología triste y desacreditada. Sabemos que el socialismo no se trata de justicia, no se trata de igualdad, no se trata de elevar a los pobres; se trata solo de poder para la clase gobernante. El socialismo avanza bajo la bandera del progreso, pero al final solo ofrece corrupción, explotación y decadencia". Meses después, en su participación ante las Naciones Unidas, Trump volvió a la carga: "Uno de los desafíos más serios que enfrentamos es el espectro del socialismo. Es el destructor de naciones y destructor de sociedades", sentenció. En los países imperialistas, la campaña anti comunista no ha cesado desde que comenzó.

¿Y México? Nuestro país está en las manos de un gobernante torpe, que carece de las cualidades indispensables para ser un estadista de nuestro tiempo. Luego del fracaso del Neoliberalismo como modelo para multiplicar la riqueza nacional, y ante la gigantesca desigualdad y pobreza que ha generado, hoy México necesita ensayar nuevas medidas políticas y económicas que atiendan la crítica situación nacional. Superado el Desarrollo Estabilizador de mediados del siglo XX –basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones y en el Estado de Bienestar-, y superado el Neoliberalismo, el país debe buscar nuevas alternativas. Pero estas deben ser propuestas serias, correctamente fundadas y bien discutidas, para que se produzca el efecto deseado. Precisamente esto es lo que no se está haciendo.

El problema con el gobierno actual es que, con cada día que pasa, su timonel dilapida el respaldo popular recibido en 2018. En lugar de observar seriamente los problemas del país, y buscar las mejores formas de resolverlos, Obrador vive la Presidencia como una gira nacional con todo pagado, que caduca hasta 2024. Su concepción sobre el gobierno es por demás elocuente: "No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene que ver más con el sentido común", dijo el presidente en junio de este año. Desde esa ignorancia, AMLO da palos de ciego sin poder atinarle a las soluciones que demandan los grandes problemas nacionales: la economía no crece y la inseguridad avanza.

Ahora que el último modelo económico y social impulsado por el capitalismo mundial ha colapsado, a México se le abre la posibilidad de ensayar nuevas rutas. Se necesita partir de la realidad concreta, de la situación actual que vive el pueblo de México, para construir un nuevo modelo capaz de atender nuestros problemas. Es válido, sin embargo, aprovechar la experiencia de los casos que hayan resultado exitosos en toda la historia y la geografía de la humanidad. En este sentido, México podría tomar elementos útiles de la China comunista. Después de todo, es en la república asiática donde más ha crecido la economía y donde mejor se ha combatido la pobreza en las últimas décadas, que resultan ser los principales problemas de México. Esta tarea, sin embargo, solo puede ser llevada a cabo por verdaderos estadistas comprometidos con su pueblo, no por remedos. Ya vendrá el tiempo.

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