El origen de los sindicatos, en los albores del capitalismo en el mundo, se explica por la necesidad de los obreros de hacer frente a sus explotadores; pero hoy se han convertido en el arma más efectiva de control al servicio del patrón, con la complicidad de las autoridades.
Así lo demuestra la infructuosa lucha de 316 de los 367 miembros del Sindicato Independiente de Trabajadores del Sector Salud en Oaxaca, que desde hace dos años buscan sacudirse el abusivo control de Saúl Ulises Cortés Maldonado. Las violaciones a los estatutos electorales, la negativa de otorgarles las prestaciones de ley, el uso de las cuotas sindicales para su campaña a Diputado en 2017, entre otros, los llevaron a formar otra mesa directiva; sin embargo, el Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje no accede a entregarles la toma de nota, a pesar de haber cumplido los requisitos establecidos. Esta negativa sólo puede explicarse por la complicidad del Presidente de la Junta con el actual secretario del sindicato, quien para perpetuarse en el cargo, ha llevado a cabo un sinfín de triquiñuelas que van desde la falsificación de firmas, hasta recurrir a las amenazas de muerte contra quienes encabezan esta justa demanda, sin que la Fiscalía del Estado, ni la Secretaría de Gobierno, intervengan para hacer valer los derechos de los trabajadores. Repasemos la historia sindical en nuestro país para entender este fenómeno y sacar las lecciones necesarias.
Aunque hubo algunos intentos de organizar a los obreros a partir 1850, fue hasta 1880, con la introducción de empresas extranjeras, donde las condiciones de trabajo verdaderamente inhumanas, dieron origen a organizaciones anarquistas de carácter local que encabezaron huelgas como la de Cananea, en Sonora en (1906) y Río Blanco, en Veracruz (1907). Dos corrientes obreras dominaron el panorama laboral a partir de esa etapa. Por un lado, el gobierno emanado de la Revolución formó la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con Luis N. Morones a la cabeza, en mayo de 1918; ésta sirvió de base al Partido Laborista Mexicano (PLM), distanciándose del anarquismo, corriente predominante en la Casa del Obrero Mundial, inició así el impulso del movimiento obrero desde el gobierno, que abrió paso en el poder del Estado a Morones, hasta convertirlo en Secretario de Industria, Comercio y Trabajo en el gabinete de Plutarco Elías Calles, como pago.
Por otro lado, la corriente anarquista intentó mantener al movimiento obrero independiente del gobierno. Asesorada por el Partido Comunista Mexicano, fundó la Confederación General de los Trabajadores (CGT), desde la cual emprendió una intensa campaña de divulgación ideológica para retomar el camino de la lucha por los intereses de su clase. La CGT se incorporó a la Internacional Sindical Roja, fundada por la Unión Soviética. Sin embargo, en su interior cobraron fuerza dos corrientes distintas: los viejos anarquistas, miembros de la Casa del Obrero, por un lado, y la línea marxista-leninista del PCM, por el otro. El problema toral fue programático, los primeros pugnaban contra cualquier tipo de gobierno y por la libertad absoluta de los obreros; los segundos, se esmeraban por preparar a los trabajadores para un gobierno proletario.
Dado el poco desarrollo ideológico de la clase obrera, producto del atraso industrial del capitalismo en el país, la corriente marxista perdió la batalla. Apenas nacer la CGT, los anarquistas tomaron el control, abandonando la Internacional Sindical Roja. La vanguardia del movimiento obrero mexicano optó por la lucha economicista, por las mejoras laborales de sus gremios, y menospreció la lucha ideológica, negándose a enfrentar los problemas trascendentales y de mayor alcance social para su clase.
A pesar del camino erróneo, la CGT mantuvo su independencia y la CROM fue perdiendo legitimidad. En un intento de unificación, en 1933 se creó la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), con Fidel Velázquez y algunos líderes de la CGT entre sus dirigentes, designados por Plutarco Elías Calles, quien se amparó en el discurso de la tranquilidad pública y la necesidad de consolidar el país y sus instituciones. Por su parte y con una política claramente distinta, Lázaro Cárdenas formó una central obrera de nuevo tipo que cumpliera dos condiciones: eliminar de manera natural y tranquila todas las agrupaciones callistas, y unificar a los trabajadores, democratizando el sindicalismo, así nació la Confederación de Trabajadores de México (CTM), con un cardenista al frente: Vicente Lombardo Toledano. No obstante las buenas intenciones, el carácter oficial de la CTM, la sujetó a los intereses y designios políticos del Presidente en turno. Así pudo Manuel ávila Camacho, a su llegada al poder, designar en su lugar a Fidel Velázquez.
Durante este impulso sindical, que tuvo su auge de 1939 a 1970, se aplicó una política nacionalista de industrialización a través de la sustitución de importaciones, se promulgaron códigos de trabajo y se hicieron reformas electorales, que regularon la contratación y los despidos por medio de la negociación colectiva, las huelgas y los conflictos laborales. A la par, se crearon el IMSS, el Infonavit, el ISSSTE y se apoyó el consumo para las capas populares a través de Conasupo, se mediatizó así a los obreros y los sindicatos se convirtieron en gestores de estos servicios ante las dependencias encargadas de administrarlos.
Este modelo económico fracasó para 1982, y fue sustituido por la introducción de capitales extranjeros y la privatización de las empresas estatales, con el que nacieron nuevas reformas laborales, orientadas al desmantelamiento de la capacidad de negociación de los sindicatos. Aunado a ello, la firma del TLCAN (1994-2011) y la eliminación de los aranceles en las importaciones y exportaciones, nuestra falta de competitividad productiva, trajo consigo el escandaloso incremento del desempleo. Por si fuera poco, la reforma laboral de los últimos años, con la figura de Outsorcing o subcontratación, que arrancó de las manos del obrero la posibilidad de exigir, dio el golpe mortal al sindicalismo mexicano. En la actualidad, está desmembrado y tiende a cero, ante la complaciente mirada de las autoridades. A pesar de la explotación y de la absoluta falta de justicia laboral, los trabajadores no se consideran a sí mismos como explotados ni se identifican como una sola clase.
¿Cuál es la salida entonces para los trabajadores ante la crisis del sindicalismo? La fuerza organizada. Los pobres de México debemos formar una masa tan grande y tan abarcadora, que cambie de raíz el sistema político injusto e inequitativo en que vivimos, por uno que brinde mejores condiciones laborales a los trabajadores y mejores condiciones de vida en general a todos los mexicanos, un sistema con oportunidades de verdadera participación de las masas populares en la vida política. Sólo así podrán formarse sindicatos auténticos y fieles a los derechos de sus agremiados.
Mientras tanto, la única defensa para los trabajadores del Sector Salud de Oaxaca, es la solidaridad de los demás pobres del Estado. Por tal motivo, los antorchistas oaxaqueños, se aprestan a emprender una lucha decidida en su apoyo, para pedir este 26 de marzo, la intervención del señor Gobernador, Maestro Alejandro Murat Hinojosa, para que intervenga en favor de los trabajadores del SITSS, ante la evidente complicidad del titular de la Junta de Conciliación y Arbitraje, con el líder sindical, que se sostiene al frente contra la voluntad de la inmensa mayoría de los trabajadores, ante la complacencia del Secretario de Gobierno y del titular de la Fiscalía del Estado. Al mismo tiempo, invitamos a todos los oaxaqueños sindicalizados de los demás sectores, a que se organicen con nosotros para una defensa genuina de sus legítimos intereses. El poder de nuestro número es la única alternativa posible para hacer valer nuestros derechos.
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