MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La historia de Anenecuilco parece repetirse

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Hace algunos ayeres, leía un libro del escritor John Womack Jr., sobre el famoso Emiliano Zapata, que narra una etapa muy difícil para México, en la que reinó la dictadura y se disparó la miseria: el Porfiriato. El autor habla de un joven de apenas 30 años, ya famoso y respetado en Anenecuilco -su pueblo natal- del municipio de Ayala, Morelos. Durante un período bastante largo, los campesinos, como en todo el país, venían sufriendo las atrocidades y despojos de los terratenientes apoyados por el gobierno de Porfirio Díaz. En este pequeño pueblo, los campesinos habían enfrentado durante tres décadas, una disputa por los derechos sobre la tierra y el agua, contra los grandes terratenientes cultivadores de caña de azúcar, pleito que finalmente perdieron, luego de que el nuevo gobernador, Pablo Escandón Barrón (1909-1911), impuesto por los hacendados, decretó una nueva ley de bienes raíces que benefició más a los terratenientes.

Después de este duro golpe, el Consejo Regente de Anenecuilco (organización comunal que dirigía los destinos del pueblo), integrado por cuatro ancianos, convocó a reunión secreta en septiembre de 1909, a la que acudieron entre 75 y 80 hombres para decidir su suerte, y para garantizar que no se infiltraran los capataces de las haciendas, la convocatoria fue de boca en boca; después de una breve discusión, la asamblea decidió que el indicado para encabezar la lucha en los tribunales y ante el gobierno local y federal en la ciudad de México, por su preparación, arrojo y juventud, era el entonces joven Emiliano Zapata.

Zapata aceptó ser la voz de Anenecuilco y se metió con todo ante las instancias locales y federales correspondientes, tocando puertas, antesalas y demás; en ningún lugar su voz fue escuchada y no hubo justicia para los campesinos, sino que, por el contrario, las cosas se agravaron. Entonces no quedó otro camino que llamar a tomar las armas como único recurso para defenderse de los atropellos.

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Y se me vino a la mente este pasaje; hoy que me pongo a ver detenidamente lo que está pasando en este siglo XXI con la llegada de la autodenominada cuarta transformación. Desde el primer día de su gobierno, el Ejecutivo Federal inició con un discurso, aparentemente a favor de los que menos tienen, a favor del pueblo trabajador; sin embargo, si volteamos a ver las políticas públicas que se han anunciado, nos damos cuenta que estas no tienen relación alguna con el discurso, nos damos cuenta por ejemplo que de los 30 millones de mexicanos beneficiarios del Programa Prospera se convertirán en poco más de 10 millones de becas (6 millones para educación básica, 4 millones para media superior y 300 mil para el nivel superior), entonces cerca de 20 millones de mexicanos se quedarían sin ningún ingreso, sobre todo las familias que no tienen hijos estudiando. Este solo es uno de tantos ejemplos que existen.

Pero este no es el problema, sino que ante esta situación nadie puede levantar la voz y disentir contra la nueva política gubernamental, a reserva de sufrir las consecuencias. El Presidente de la República ha anunciado que no tratará con organizaciones de la sociedad civil, con la excusa de que son corruptas, que se quedan con los apoyos gubernamentales, destacando siempre como destinatario especial a "La Antorcha Mundial", refiriéndose al Movimiento Antorchista. ¿Estamos regresando al Porfiriato? Hay muchos tintes.

Yo quiero decir que la historia ha demostrado que ahí donde se violan las leyes -como dijo el ingeniero Aquiles Córdova Morán en una reciente entrevista periodística- se está empujando a los pueblos al uso de la violencia y se está abonando el terreno para un enfrentamiento violento, así como sucedió en los tiempos de Zapata; obviamente, Antorcha no quiere eso. Sí nos preocupa la campaña que se ha desatado desde la oficina presidencial, contra el derecho a organizarse porque puede ser peligroso para México; las dictaduras nunca terminan bien. Especialmente nos preocupa la campaña de odio y desprestigio en nuestra contra, por eso invitamos al Presidente que recapacite y deje a un lado el rencor y gobierne para todos, por el bien de México, pues los casi 3 millones de antorchistas también somos mexicanos. Si presume que conoce la historia, que actúe como revolucionario y no como un dictador, el pueblo, dijo él, no es tonto. Anenecuilco no puede repetirse.

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