"Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo". Esto es lo que dice el Artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y si el gobierno de nuestro país en verdad se rigiera por la democracia y respetara los derechos de los ciudadanos, la enmienda del Artículo 4° la aplicaría al pie de la letra. Pero no es así. El problema de la vivienda se ha venido agudizando desde hace tiempo, desde hace varios gobiernos, y este no podía ser la excepción.
Actualmente, somos más de 125 millones de mexicanos que estamos distribuidos en más de 35 millones 600 mil hogares y de estos 14 millones no son dignos, es decir, que están hechos de madera y cartón y que no cuentan con los principales servicios de agua, luz y drenaje. El problema se hace más grave, pues, el gobierno actual eliminó del PEF 2019 el Programa de Acceso al Financiamiento para Soluciones Habitacionales que servía de apoyo a la población de bajos ingresos para mejorar su hogar, y a cambio de ello, creó el Programa para la Vivienda Social que hasta hoy en día no ha dado ningún resultado.
El contexto del problema recae en el norte del país, especialmente en la ciudad de Torreón, Coahuila, donde más de seis mil antorchistas se encuentran en una intensa y justa lucha por conseguir una vivienda digna. Y para saber por qué están en esta lucha hay que conocer su origen.
Hace más de cinco años, un grupo de laguneros, habitantes de las famosas casas de INFONAVIT ubicadas al suroriente de la ciudad, preocupados por el hostigamiento, la persecución y temerosos por las órdenes de desalojo que la misma institución se encargó de sembrar en ellos, acudieron a las oficinas del Movimiento Antorchista en busca de apoyo y asesoría para evitar los desalojos.
Al analizar este caso, descubrimos lo siguiente: primero, la mayoría de los habitantes de estas colonias (Monterreal, Villas Zaragoza, La Perla, Ex Hacienda La Perla y algunas más que no recuerdo al momento), que están repletas de estas "casitas de lujo", en su momento se encontraban pagando puntualmente el costo de la casa en la que habitan hasta hoy en día; segundo, otra gran parte de habitantes desesperados por no tener un hogar propio decidieron tomar algunas de las casas abandonadas desde hace más de diez años por sus propios dueños; tercero, en los dos puntos anteriores encontramos que distintas banqueras adquirieron las casas, tanto de los dueños particulares y de las casas abandonadas, en una supuesta subasta que realizó INFONAVIT. Y desde aquel entonces, la institución y las banqueras en conjunto con la policía municipal iniciaron la tarea de desalojar a todo aquel que no era de su conveniencia.
En los últimos días se ha generado una serie ataques, contra el Movimiento Antorchista, orquestada desde el programa matutino de "Multimedios Laguna" el cual es conducido por "ángel Carillo", diciendo que somos "invasores". Le comento, señor Carrillo, pues tal parece que desconoce la antigüedad del problema, que el calificarnos de "invasores" resulta contradictorio, pues en las casas que usted dice que invadimos no habitaba nadie desde hace infinidad de tiempo y además esas casas eran un foco de delincuencia, estaban repletas de todo tipo de basura, o sea, para que le quede bien claro señor, nosotros rescatamos todas esas casas abandonadas y eliminamos en cierto grado esos puntos de delincuencia y hasta los vecinos nos lo agradecen, y a mí me consta porque todo eso yo lo viví.
Y que quede bien claro: la lucha que han iniciado los antorchistas no es para que se nos regalen las casas, sino para que se nos vendan a un precio justo, pues no estamos en consonancia con las propuestas que se nos han hecho por parte de la institución que es adquirirlas a precio de nuevas. Para saber nuestra negación a esta propuesta recordemos lo que dijo el Dr. Emili Sax: "Las buenas viviendas son tan caras que la mayor parte de los obreros están imposibilitados de utilizarlas", pero hagamos las siguientes correcciones: Las casas de INFONAVIT no son tan buenas, algunas no son de buen material, y en los peores casos son tan sólo un molde que con el paso de un avión se cimbran completamente, además están construidas sobre terreno no apto para asentamiento habitacional sin contar que con una simple lluvia la colonia se inunda completamente; todos los obreros están imposibilitados de adquirirlas debido al mínimo salario que ganan.
Está más que claro que no es justa la solución a este problema que plantea la institución. Recalcamos que los habitantes de estas casitas son trabajadores que se ganan la vida día con día, sólo una pequeña parte de ellos tiene asegurado un empleo que le remunera cien pesos por día, agregando que su familia es de cinco integrantes, y otra gran parte se gana el pan trabajando de limpiaparabrisas, de lavacoches, vendiendo chicles y chocolates en el transporte público, y otra minoría ya son personas de la tercera edad que ya no pueden trabajar. Entonces, si un trabajador que tiene un empleo formal y que gana dos salarios mínimos al día adquirió una casa de este tipo que cuesta mínimamente 400 mil pesos y que tarda alrededor de 30 años en pagarla (si es que termina de pagarla), ¿ustedes creen, amables lectores, que en este caso donde sucede todo lo contrario, en verdad puedan pagar una casa así?
La lucha de los antorchistas es justa, clara y necesaria, pues en este panorama nacional donde el gobierno ha abandonado toda aspiración de apoyar realmente al pueblo pobre de México, es conveniente que se luche hasta lograr el objetivo anhelado que es conseguir una vivienda digna. Repito: no queremos las casas regaladas, queremos comprarlas a un precio justo, y exigimos a la autoridad competente, que intervengan para darle solución definitiva a este problema tan agravante para miles de familias laguneras. A los antorchistas coahuilenses les hago un llamado para que sigan unidos y tan fraternos como siempre lo hemos sido todos los antorchistas, hay que seguir luchando hasta lograr la victoria. ¡No teman! No tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas.
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