No es necesario forzar la realidad para despertar los más hondos sentimientos de angustia y zozobra.Todos los días los gritos sollozos de la vendimia claman a tu puerta pidiendo comida y las esquelas inundan los corazones. Lo que inició como un temor generalizado por las atrocidades que se observaban del otro lado del mundo, ahora está con nosotros.El miedo ha devenido en desesperación porque los días avanzan, los pocos productos que se tenían en casa se han consumido, los ahorros se acaban y las posibilidades de préstamo se han ya agotado.Han pasado más de 50 días y la situación actual no parece tener fin aún.En honor al personal médico que no se arredra, habría que empezar a no desdeñar los análisis y hacer un esfuerzo serio por entender la situación actual y sacar conclusiones que permitan emprender acciones conjuntas; qué duda cabe que los problemas por los qué pasa actualmente doña Mary que vendía tamales en la esquina, también los está pasando Arturo, el contador de la empresa que la cerraron al iniciar la pandemia y que ahora tendrán que pasar varios meses después para volver a tener un empleo (in)estable.
Antes de pasar a México habría que tener presente que estamos ante una crisis de carácter mundial.Las cantidades obtenidas de la economía global cayeron en 3 por ciento en abril y 3.5 por ciento las estimaciones para mayo.Estamos ante una caída peor que la crisis de 1929, cuya causa indirecta fue la gran Primera Guerra Mundial; ante ese reto estamos.Los efectos de la situación mundial para nuestro país tendrán afectaciones mayores, entre otras cosas por el gran peso que tienen las exportaciones en nuestra economía.En México, solo en los dos primeros meses de la pandemia, abril y mayo, la estimación de pérdida de empleo se calcula en 750 mil, los mismos generados 18 meses atrás.A ello hay que sumarle necesariamente la pérdida total de ingresos del sector poblacional que no tiene un empleo formal o que se autoemplea, en donde la estadística los contempla como el 50 por ciento de la población laboral activa.Si esto no fuera suficiente, miremos la situación en la que se encuentran los empleadores.El 70 por ciento de las empresas contratantes de mano de obra mexicana lo hacen las Pymes.Aquel espectáculo que en días recientes desató el presidente del país de no apoyar a un sector de los empresarios mexicanos bajo el argumento de que se acabaron los apapachos para los neoliberales, no es más que un falso debate.Los créditos para el rescate de ese 70 por ciento está desierto en los planes nacionales.
¿En qué está pensando el gobierno para el rescate del país? No creo que la respuesta debamos encontrarla más allá de la visión limitada que se propuso desde el inicio de su sexenio.Es clara la urgencia del gobierno para que todo se normalice y la idea constante de que a México no afectará la pandemia.Me parece clave, como eje rector de su gobierno, aquella frase que ufanamente dijo alguna vez de la separación entre política y economía, refiriéndose al amasiato que había construido el PRI y el PAN entre el uso del poder político para la construcción o facilitador del funcionamiento de las redes económicas externos a ellas o junto con ellas.Dicha situación cierta señala una segunda implicación, a saber, que el poder público se encargue de los asuntos públicos a resolver, mientras que la esfera económica, se dedique a sus negocios, que el poder político no sea el espacio para hacer dinero ni que el dinero compre al poder político.A primera vista resulta correcto el camino enmarcado así, pero la práctica y la teoría política han demostrado desde el siglo XVII que no es posible disociar esencialmente al factor político del económico.No es difícil concluir que las actuales políticas públicas del gobierno morenista acelerarán la concentración de la riqueza y con ello la desigualdad; esa es la inevitable marcha del capital al creer que debemos disociarnos de ella.
Es inevitable evocar el cuento El traje nuevo del emperador.Los mexicanos nos conducimos a partir de ocurrencias y necedades.El reto es aún más complejo a escenarios parecidos propios de las crisis financieras.Ahora la realidad ha desnudado nuestro precario sistema de salud, también ha puesto en crisis nuestra relación con la naturaleza y el impacto ambiental que esto ha generado; entre otros daños colaterales.Alguien aún pensará que los programas sociales pueden ser la salvación que necesitan los mexicanos.Un estudio reciente ha revelado, de acuerdo a la información pública contemplada en el censo de bienestar, no es claro que los programas en activo le estén llegando al sector más vulnerable de la población.Además de que los padrones de beneficiarios se encuentran desactualizados.Este escenario parecer empatar con las pruebas fácticas del uso político clientelar de dichos beneficios; es decir, no pensemos que los programas puedan hacer mucho.
Es claro que Morena no podrá cambiar mucho el rostro del país, además de que no pasará mucho tiempo para que la visión equivoca del presidente termine por desfondarse.Afortunadamente está en marcha desde hace 46 años un proyecto político distinto, que pese a la descalificaciones e injurias ha logrado vencer el reto de tiempo: el Movimiento Antorchista Nacional.De nosotros depende.Adelante compañeros.
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