Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, afirmó Salvador Allende, ex presidente chileno derrocado a través de un golpe de Estado orquestado desde Washington; las agencias de inteligencia del imperio norteamericano apagan cualquier chispa de organización popular y progreso de los pueblos que buscan sacudirse el yugo de la explotación. Tan honda huella dejó Allende, que si bien desapareció físicamente, su legado continúa, nace y vuelve a florecer cuando la injusticia y la explotación asolan al pueblo que lo vio nacer: el viernes 27 de octubre, un mar de gente inundó la Plaza Baquedano de Santiago para hacer tres peticiones principales al gobierno que encabeza Sebastián Piñera: a) retiro de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, 2) retiro del Congreso de todas las leyes que vayan en contra del pueblo y 3) una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente. La manifestación fue histórica, fuentes oficiales contabilizaron un millón doscientos mil participantes. Tras la demostración de unidad y fuerza del pueblo chileno, el gobierno de Piñera, marcado por la defensa y la implementación acérrima del modelo económico neoliberal, tuvo que hacer un alto, replantear y ajustar las políticas económicas y sociales aplicadas en Chile.
Las imágenes de la gigantesca concentración dieron la vuelta al mundo. Sólo la demostración de la fuerza del pueblo chileno fue capaz de alzar una voz potente en contra de la injusticia, la inequidad, la desigualdad y la pobreza. Después de varios intentos fallidos para controlar y desarticular el reclamo popular a través de la fuerza del Estado, llegando al extremo de decretar "estado de emergencia" y "toque de queda" en las principales ciudades del país, el gobierno de bandera neoliberal tuvo que echar reversa y ceder ante las demandas de millones de chilenos que carecen de servicios básicos, como la vivienda, el agua potable, educación gratuita y servicios médicos públicos. La respuesta inmediata del gobierno para pacificar al país fueron tres: 1) propuso al Congreso del país "una profunda y exigente agenda social" con el fin de introducir mejoras en los salarios de los trabajadores y las pensiones, así como de estabilizar los precios de los servicios básicos como la electricidad, el agua y los pasajes, 2) El 27 de octubre firmó los decretos para levantar a partir del 28 del mismo mes, el estado de emergencia en todas las regiones de Chile y 3) Sebastián Piñera, anunció el lunes 28 de octubre que cambiaría a ocho de sus ministros, entre ellos al ministro de Interior. Veremos si estas medidas desesperadas son suficientes para que restablecer el orden público y la paz social; sin embargo, las manifestaciones son diarias y en distintas partes del país. El pueblo, al tomar conciencia de su propia capacidad de movilización y presión, busca la destitución del primer mandatario chileno.
Otro golpe para el gobierno de Piñera fue anunciado por el propio mandatario, quien informó que Chile ya no podrá ser el organizador del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se iba a celebrar entre el 11 y el 17 de noviembre, ni de la XXV Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU que estaba prevista del 2 al 13 de diciembre. Por lo pronto, afirma Piñera, su gobierno se enfocará en una "nueva agenda" para escuchar las demandas sociales de los chilenos. ¿Hasta dónde cederá el gobierno de Chile? La respuesta parece estar en manos del propio pueblo chileno, que mientras mantenga su firmeza, unidad y el apoyo de los distintos sectores empobrecidos, puede lograr significativos avances en la solución de sus demandas, aunque no definitivos; porque para ello, sería necesario llevar al poder a representantes populares de vanguardia que realmente defiendan los intereses de la inmensa mayoría de los chilenos. El pueblo chileno, imbuido de los ideales de Salvador Allende y que sufrió en carne propia la feroz dictadura de Augusto Pinochet, enseña con su ejemplo a todas aquellas sociedades en donde impera la desigualdad y la pobreza y que aspiran a cambiar las políticas económicas y sociales en beneficio de las mayorías, que no sólo es posible, sino necesaria la organización y educación política de los pueblos.
El conflicto en Chile continúa desarrollándose, ¿logrará Sebastián Piñera aferrarse al poder y continuar con la implementación del modelo económico neoliberal que ha hecho estragos en las clases empobrecidas? ¿buscará atenuar los efectos de la voracidad neoliberal por medio de reformas? La realidad es que, hasta el momento, las manifestaciones no cesan; sin embargo, ¿por cuánto tiempo podrá resistir una movilización de carácter espontánea? El neoliberalismo en Chile está herido, pero a la vez, es cuando más peligroso es, por lo tanto, el pueblo chileno debe cerrar filas y no claudicar en su objetivo de defenestrar el modelo económico neoliberal para sustituirlo por otro más justo y humano.
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