La queja de varios habitantes de Carbó, municipio de Sonora, fue clara, no hubo ninguna duda en su planteamiento; se presentaron este 15 de enero en una comisión encabezada por el profesor Bernardino Domínguez Cruz, dirigente estatal antorchista, ante las autoridades de Salud estatal en Hermosillo y expusieron que en el Centro de Salud Rural de ese pueblo el único doctor (en realidad un pasante) no atiende bien, no hay servicio de urgencias eficaz y menos nocturno, ni medicinas, la ambulancia cobra mínimo 300 pesos por el viaje a Hermosillo, está muy deficientemente equipada y dieron numerosos ejemplos de viva voz, algunos de ellos con dramáticos finales. En resumidas cuentas, piden servicios de salud más efectivos y que se optimice la función del centro de salud. Acordaron que los funcionarios harán una reunión con la comunidad en el pueblo en fecha próxima, para que ambas partes se pongan de acuerdo sobre qué es lo que se puede mejorar en ese Centro de Salud Rural. Ojalá. Se ve buena voluntad oficial para hacer rendir lo poco que se tiene. Pero allí radica la desgracia de Carbó, pueblo de tradición ferrocarrilera venido a menos, cada vez menos.
Cerca del Centro de Salud sólo hay un consultorio de medicina general del IMSS (con sólo un médico y sin urgencias nocturnas), dos o tres consultorios privados y un laboratorio muy básico, también privado, y es todo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido como mínimo necesario para prestar servicios esenciales de salud pública 23 médicos y enfermeras por cada 10 mil habitantes. A Carbó, con sus 6,500 habitantes, le correspondería tener 15 al menos, sólo al menos; tiene dos, a veces tres. Además, allí, el sector salud oficial no proporciona servicios de pediatras, ginecobstetras, internistas, odontólogos, oncólogos, nefrólogos o cualquier otro tipo de especialista. Carbó nunca ha contado con un sistema de Rayos X gratuito, ni de ultrasonidos, o mesas quirúrgicas, camas para pacientes, ni monitores ni máquinas de hemodiálisis. Todos estos servicios sólo se pueden conseguir de manera pública a un mínimo de 82 km de distancia, en Hermosillo y, cada vez de manera más generalizada, pagando, como es de todos conocidos sobre todo ahora con el improvisado Insabi, excepción hecha de algunos que presta el Hospital General del Estado.
Como en toda Sonora, el índice de Desarrollo Humano (IDH) de Carbó, de acuerdo a cifras de la ONU, sigue cayendo (0.6972, casi 1.3 décimas más abajo que en 2005). En el IDH "se toman en cuenta tres dimensiones básicas para el desarrollo: 1) la posibilidad de gozar de una vida larga y saludable; 2) la capacidad de adquirir conocimientos; 3) la oportunidad de tener recursos que permitan un nivel de vida digno" (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2014), dimensiones cada vez más desfavorables para la población de Carbó. Eso es lo que calculaba el PNUD hace casi seis años, con datos de años previos. Hoy —cuando hemos llegado a una crisis con crecimiento cero en todo el país, y en varios casos negativo, con más desempleo y mayor pobreza—, la situación en lugares como Carbó se torna trágica para miles de familias.
Y más trágica todavía cuando ya no hay Seguro Popular, programa que algo ayudaba y que fue desaparecido por el gobierno morenista federal con la complicidad de los diputados federales sonorenses de ese mismo partido, y sustituido por el regalo de dinero a través de una tarjeta bancaria, que no resuelve los problemas de raíz. Permítame darle ejemplos. Son 2,620 pesos bimestrales los que entrega como pensión el gobierno federal a algunos adultos mayores de 65 años (dice ese gobierno que 7.4 millones de adultos ya la recibieron, y dice también que le faltaron 1.1 millones de adultos por entregar). Sabemos que tener ese dinerito en la mano es para muchos una bendición, pero veamos qué perdió Carbó a cambio. Suponiendo que sean ciertas las cifras morenistas, a cambio de entregarle 327 pesos semanales a cada adulto mayor, les quita a todos los pensionados la posibilidad de tener algún día todos los servicios médicos que les hacen falta en Carbó. ¿Cómo? Recortando programas para construir infraestructura médica en el país y negando tener recursos para construir más, eliminando recursos para subsidiar medicinas que la población necesita, eliminando programas de salud pública, recortando personal médico y de enfermería a las instituciones federales y a los estados (por eso tienen que usar pasantes en Carbó). Por eso, los así "pensionados" tendrán que pagar su salud de su propio bolsillo, si tienen con qué. Mire: si no alcanza lugar en el Hospital General del Estado, el costo de sólo una hemodiálisis va de $2,800 hacia arriba, y tenemos decenas de miles de personas que las requieren. Según la LXIV legislatura federal (2016), en México tenemos entre ocho y nueve millones de personas que padecen insuficiencia renal (mal de los riñones), y entre 100 mil y 130 mil personas se dializan, pagando ellas mismas su tratamiento cada vez en mayor medida. Una comparación proporcional básica daría el 10% para Carbó (más de 600 carboenses) con problemas de insuficiencia renal crónica. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), hace cinco años había en el mundo 850 millones que la padecían y 2.4 millones de muertes al año por esta enfermedad y "en el 2020 será la primera causa de muerte y discapacidad en México", o sea, ya nos alcanzó el destino. Ya no hablemos de los que en Carbó padecen glaucoma, hipertensión arterial, descalcificación, cáncer y otras enfermedades cuyas complicaciones acarrean gastos mensuales de decenas de miles de pesos.
Una persona con diabetes controlada, gasta en promedio entre dos mil 500 y cinco mil pesos mensuales (de 18 mil a 60 mil anuales), de los cuales entre mil 500 a cuatro mil, se destinan a medicamentos, material y equipo; de 500 a 700 en exámenes de laboratorio y otros 500 a 800 en consulta a especialistas. Estos costos, según lo señalan algunas aseguradoras, se elevan en 12 por ciento en caso de hospitalización y hasta en un 45 por ciento en caso de complicaciones. Pero por pobreza la mayoría de los diabéticos carboenses (unos 500, si el promedio estatal es de 7.7%) no controlan su diabetes y como pueden la sobreviven. A esto se deben sumar los estudios de laboratorio que muchos sonorenses enfermos deben hacerse cada dos meses, y que van de los 3 mil 500 a los 6 mil pesos, según lo que se solicite, sin contar las transfusiones de sangre, que en realidad se paga a los "donadores", y las visitas a los especialistas (nefrólogo, nutriólogo, oftalmólogo, etcétera), a cada uno de los cuales hay que pagarles en promedio de 300 a 600 pesos. Una quimioterapia privada anda entre mínimo 7 y 10 mil pesos.
Así que, viendo estas espantosas cifras, el apoyito de 327 pesos semanales para algunos carboenses mayores, francamente, no resuelve su problema de salud ni el de Carbó ni el del país. Ni lo hace tampoco el de Becas Benito Juárez, de Futuro, ni ninguno otro programa de AMLO y ni aunque funcionaran bien y con puntualidad (hay serias quejas populares al respecto). Debemos ser claros: se trata de programas electoreros, basados en la esperanza de que no nos fijemos en lo que dejamos, en lo que perdemos, en todo el volumen de las obligaciones sociales que no cumplen los gobiernos y esperan que votemos por ellos sólo porque nos dan una limosna a cambio. ¡Basta de humillaciones! Carbó es el espejo del país.
Hace 10 años Carbó tenía 1,700 personas en pobreza y 392 estaban en pobreza extrema; 1,072 personas no tenían acceso a servicios de salud y 994 personas pasaban hambre (cifras del Coneval 2010). Este año habrá un nuevo censo, pero todos sabemos que la pobreza ha aumentado en todos los sentidos, cualquier estudio serio que usted consulte sobre México indica que tenemos, por un lado, más pobres y con más enfermedades y, por otro lado, menos ricos, pero más ricos. Carbó no es la excepción y tiene años y años con dos o tres médicos a lo más, y por lo que se ve no los aumentará pronto.
Antorcha propone a todos los sonorenses que nos organicemos y luchemos para cambiar esta situación injusta. Solos y aislados nada podremos hacer para terminar con la pobreza de Carbó y todos sus males. Invitamos a todos los hombres y mujeres de buena fe, a todos los empresarios patriotas, a los intelectuales honestos, a los artistas, maestros y estudiantes revolucionarios, amas de casa, trabajadores, jornaleros y campesinos y a los propios médicos y enfermeras a conocer y discutir nuestras cuatro propuestas para el país. Estamos prestos para ponernos de acuerdo y formar un gran frente popular que rescate a nuestra gran nación del desastre al que se dirige.
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