El sector agroalimentario se integra por el sector primario (agricultura, ganadería, pesca, caza, forestal y servicios relacionados) y por la agroindustria. Es, por tanto, el responsable de proporcionar seguridad alimentaria a los mexicanos, y representa el 8% del PIB de nuestra economía. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha sugerido que para que un país sea capaz de producir la mayoría de los alimentos que precisa una nación o un hogar y de confiar en ella para satisfacer sus necesidades alimentarias debe producir al menos el 75% de los alimentos que consume; en México apenas producimos el 57%. Lo que refleja deficiencias y limitaciones importantes en el sector agroalimentario.
México tiene 197 millones de hectáreas de superficie continental, de ellas, según el INEGI, 110 millones son hectáreas agrícolas, sólo 32.6 millones de hectáreas se destinan a tierras de cultivo (6.8 de riego y 25.8 temporal) y 77.4 millones son tierras de agostadero, enmontadas o de otro tipo. Según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la mayor superficie destinada a cultivos perennes y los de un año agrícola son para: maíz en grano, sorgo grano, frijol, trigo en grano, maíz forrajero, avena forrajera, algodón, caña de azúcar, café cereza, alfalfa, naranja, aguacate, limón y mango. Las actividades pecuarias de mayor producción en el país son: leche bovina y caprina, carne en canal (bovina, porcina, ovina, caprina, aves y guajolotes), huevo para plato y miel.
El 22% de la población mexicana vive en la zona rural, donde laboran aproximadamente 6.5 millones de mexicanos en la agricultura y ganadería, concentrados principalmente en los estados más pobres, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Puebla. Desde hace tiempo a la fecha, los campesinos se han enfrentado a problemas como: altos costos de insumos, falta de capacitación y asistencia técnica, dificultad para la comercialización, falta de transporte y almacenamiento adecuado y suficiente, pérdida de fertilidad del suelo, infraestructura insuficiente, pérdida de cosechas y animales por causas climáticas-biológicas y daños al medio ambiente por el uso de fertilizantes y plaguicidas.
Esta realidad del campo mexicano requiere una cirugía profunda, de modo que el sector sea capaz de garantizar el acceso físico y económico a los alimentos en calidad y cantidad suficiente. ¿Qué se está haciendo al respecto en la nueva administración? Lo único claro es la reducción de los recursos desde el 2019 (que de por sí no eran suficientes para levantar al campo mexicano); con eso se desaceleró al sector primario, pues desde 2011 presentaba una tasa promedio anual de 3.6% de crecimiento -incluso mayor al del PIB total- y ahora, durante el segundo trimestre del año, el INEGI reportó un crecimiento del sector primario de apenas 1.7%. La superficie cultivada de riego y temporal en el año agrícola 2018 fue de 12 millones 142 mil hectáreas y en el 2019 de 11 millones 424 mil hectáreas. Un escenario poco favorable para garantizar la seguridad alimentaria.
Los diputados redujeron en 20 mil 636 mil millones de pesos el Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable (PEC), que reúne los recursos de ocho Secretarías y el Ramo 33 para el sector rural; siendo la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) la más afectada. En este año tuvo un presupuesto de 65,434.9 millones de pesos y para el 2020 le asignaron 47,576.8 millones de pesos, 17 mil 858.1 menos (27%), presupuesto menor al aprobado en el 2006. De los cuatro programas prioritarios de la actual administración; Producción para el Bienestar, Precios de Garantía, Créditos a la palabra para la ganadería y Fomento a la productividad pesquera y acuícola; para el 2020 disminuyen Crédito Ganadero a la palabra en 76%, Fertilizante para campesinos en 36% y eliminan cinco programas de actividad agropecuaria comercial, como el de apoyo para adquisición de leche a productores nacionales.
Es necesario garantizar la seguridad alimentaria del país, buscar la manera de que los mexicanos tengamos suficiente alimento y seamos una población sana, que disminuya el consumo de comida "chatarra". México tiene mucha tierra cultivable y recursos naturales que, con buenas políticas de manejo y financiamiento podrían mejorar significativamente la situación productiva y de consumo. Se requieren políticas focalizadas en la adquisición de conocimientos técnicos y científicos que permitan evitar la degradación y contaminación de los ecosistemas, favoreciendo la biodiversidad y el equilibrio ecológico para aumentar la productividad de las unidades de producción, así como en la creación o reorientación de los mercados. De no avanzar en este sentido, quedará claro que la alimentación adecuada y salud de los mexicanos, principalmente de los más pobres, no está en las prioridades del gobierno actual.
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