En esta sociedad, donde el antagonismo de clases se vive día a día, pero se invisibiliza a simple vista, un pequeño gran rayo de esperanza ilumina nuestro sendero crudo y triste: el arte y la cultura. Arrebatados del seno materno del pueblo, y entregados en las manos de los opresores, se han alejado de su progenitor al grado de desconocerse por completo. Es el sentir del pueblo el que ha sido plasmado en grandes obras artísticas que, a través de diversas personalidades, fue interpretado y fue transformado para devolverse al pueblo. Ahora, eso no se tiene presente.
Como un reflejo de la realidad, y como prueba de que es la materia la que determina las ideas de una persona en cuestión, el poeta creó sus versos basándose en un hecho real y palpable: el amor, el desamor, la pobreza, la desigualdad, la belleza, la revolución, y una larga lista de ejemplos más. Hubo poetas que, sin pensarlo, se dedicaron a expresar las ideas de las grandes mansas, Pablo Neruda, Gregorio de Gante, García Márquez, Luís Gonzaga Urbina y muchos otros. Pero ¿el pueblo ha leído sus textos? ¿El pueblo es consiente, de que las palabras del poeta son suyas en realidad? ¿Sabe el pueblo, que el sentir transmitido por el poeta es suyo en realidad?
Así mismo, con la música, con la danza, la pintura, la escultura, y todas las bellas artes creadas por el hombre en algún momento de su historia. La razón por la que existe esta gran división es muy dura. El pueblo, está más preocupado por ver qué llevará a la boca de sus hijos, de su familia, a la suya misma, como para prestar atención a palabras que posiblemente ni conozca; escuchar melodías que tal vez no entienda; a observar pinturas que no le quitaran el hambre, o contemplar bailables natos de su hogar, esta, es la realidad. Parte de la atroz y voraz realidad a la que nos ha traído el capitalismo y su desigualdad.
Es, sin lugar a duda, la relación social de explotación que obliga a las mayorías a trabajar para que unos cuantos se enriquezcan, la culpable de que el arte y la cultura se hayan separado tan brutalmente, como polos opuestos, del pueblo.
Segadas y abrumadas por tan dura situación en la que vive, las masas desprotegidas dejan en última instancia, como última de sus preocupaciones o prioridades, desarrollarse en el ámbito cultural, pero, somos los antorchistas, quienes desde hace 45 años hemos combatido este hecho, promoviendo y regresándole al pueblo el arte y la cultura.
Consideramos, nosotros, que no existe mejor arma para la transformación del hombre que el arte y la cultura precisamente, pues con estas herramientas, la sensibilización de las personas, la comprensión de sus problemas no como problema individual, sino como un problema de colectivo, se multiplican incomparablemente, y en estos tiempos, la unificación de las masas es más importante que nunca.
Seguiremos, los antorchistas, al pie del cañón en esta importante tarea, nuestros múltiples eventos de esta índole, comprueban nuestra preocupación, y seguiremos regresándole al pueblo lo que por derecho le corresponde.
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