“No necesitamos educación.
No necesitamos control mental…
¡Maestros, dejen a los niños en paz!
Es solo otro ladrillo en la pared”,
Pink Floyd
Filadelfia, Pensilvania, 6 de agosto de 2022. Roger Waters, fundador de la banda inglesa Pink Floyd, activista y creador del álbum de protesta The Wall (1979), está sentado frente a Michael Smerconish, periodista de CNN. La entrevista se realiza en un salón de banquetes del hotel Four Seasons. Están sentados frente a un gran ventanal, en dos sillones tipo lounge enfrentados, con un par de mesitas auxiliares a cada lado, sobre una alfombra de diseño sobrio e iluminación suave. Waters y Smerconish conversan, vestidos de manera informal.
Rusia ha sido retratada sistemáticamente como un villano brutal, torpe e inferior, no por casualidad, sino como resultado de una narrativa cultural que responde a intereses políticos y económicos de Occidente.
El periodista cometió el error de tratar de imponer la narrativa “gringa” en la charla y la visión unilateral occidental acerca del rol de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial al preguntarle a Waters: “¿Qué hay de nuestro papel [de Estados Unidos] como liberadores?”. Waters respondió con contundencia:
“No tienen ningún papel como liberadores. Gracias a Dios, los rusos ya habían ganado la guerra sangrienta casi para entonces. No olviden que 23 millones de rusos murieron protegiéndonos a ustedes y a mí del nazismo”.
Cuando Smerconish intentó reprocharle, Waters lo desafió: “Le sugeriría que se vaya a leer un poco más y luego trate de imaginar qué haría Estados Unidos si China pusiera misiles nucleares en México y Canadá” (World Socialist Web Site, 2022).
En Occidente, la representación de Rusia y los rusos en el cine, la literatura y la opinión pública ha seguido un patrón sistemático de estereotipos negativos que refuerzan la idea de un enemigo torpe e implacable. Desde las sátiras de la Guerra Fría hasta los thrillers de espionaje y las superproducciones de superhéroes, pasando por autores como George Orwell y entrevistas públicas como la de Roger Waters en CNN, el discurso dominante ha sido de confrontación y desprecio.
Este sesgo cultural remonta sus raíces a la publicación del Manifiesto del Partido Comunista en 1848, un texto que Occidente ha interpretado y, a menudo, caricaturizado como la génesis de un mal colectivo ruso.
A continuación, exploraremos cómo esta manipulación cultural ha moldeado las percepciones sobre Rusia y qué lecciones podemos extraer.
Hollywood ha convertido al ruso en el villano por default desde la Guerra Fría, aprovechando la herencia de la rivalidad ideológica para estigmatizar a todo un pueblo (The Washington Post, 2022). Aun hoy, producciones contemporáneas continúan mostrando a agentes del KGB o mafiosos rusos como caricaturas brutales y predecibles (Los Angeles Times, 2022).
Estas representaciones no sólo se centran en la figura del “malo”, sino que diseñan tramas completas en las que Rusia aparece como un Estado retrógrada, malévolo y tecnológicamente inferior en estrategia política.
En la literatura, autores como George Orwell (uno de los antirrusos más famosos de la historia) han cimentado el antagonismo hacia todo vestigio comunista.
En obras como 1984 (1949) y Rebelión en la granja (1945), Orwell describe regímenes totalitarios basados en la manipulación del lenguaje y la vigilancia masiva, dirigidos a la Unión Soviética de Stalin.
Su tono vehemente y su relato del “Big Brother” rusificado han influido durante décadas en miles de autores de novelas de espionaje, donde la KGB reaparece una y otra vez como modelo de opresión y torpeza burocrática.
La frecuencia de este estereotipo queda de manifiesto en la cantidad de títulos: según IMDb, hay más de 300 largometrajes con rusos como antagonistas centrales. Al reforzar la idea de un enemigo homogéneo y torpe, Hollywood contribuye a una visión de la política internacional fundamentada en el miedo y la desconfianza.
Recordemos cintas como Desde Rusia con amor (From Russia with Love, United Artists, 1963), en la que Rosa Klebb, oficial de SMERSH, aparece como una villana “fea”, fría, calculadora y torpe, quien, debido a su arrogancia, fracasa en su misión contra James Bond (quien representa a la OTAN y los Estados Unidos).
Tampoco podemos olvidar a Jim Hopper, sheriff de Hawkins, quien escapa de una cárcel rusa bajo condiciones inhumanas, no sólo burlando a sus torpes captores, sino también enfrentándose a los monstruos que los soviéticos, irresponsablemente, dejaron escapar. Porque, claro: los rusos no sólo son malos, también “son tontos”. Stranger Things (2016–2024, Netflix).
Puedes ver el Top 20 completo de películas gringas que manipulan tu mente, películas que, con sus villanos o tramas, refuerzan la imagen de los rusos como torpes, incompetentes o “muuuy malos” en el siguiente video:
Sin embargo, ¿alguna vez se habla del caso PROMIS en el cine de Hollywood? El software que usó el gobierno de Estados Unidos para espiar a sus “enemigos” y “aliados” en los ochenta, a través de lo que se conoce como back door (puerta trasera). La respuesta es simple: no. Y no lo harán; ellos son “los buenos”.
Así, lo que podría entenderse como crítica ideológica ha derivado en hostilidad cultural: la ficción ha dejado de ser un espejo complejo y se ha convertido en un martillo que golpea la imagen de Rusia hasta deformarla, presentándola como perpetuamente atrasada o despiadada.
El Manifiesto del Partido Comunista se publicó por primera vez en 1848, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels. Este documento, que expone la lucha de clases y la urgencia de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción (no de tu tele con Roku, tu iPhone o tu carro), fue asumido en Occidente como la “ley fundacional” de un mal que debía combatirse, generando una narrativa de miedo al comunismo que pronto se extendió a la xenofobia contra Rusia.
Desde entonces, cada crisis política o social se ha vinculado al fantasma del Manifiesto, alimentando campañas culturales y mediáticas de desprestigio sistemático.
Y a propósito del 9 de mayo de 1945, el cine bélico de Hollywood sobre la Segunda Guerra Mundial ha glorificado el desembarco de Normandía y al Ejército de Estados Unidos como artífices de la victoria aliada.
Sin embargo, el Frente Oriental absorbió la mayor parte del esfuerzo humano y material: más del 80 % de las bajas militares alemanas ocurrieron luchando contra la URSS, y fue el Ejército Rojo quien liberó Berlín en mayo de 1945. Pese a ello, la mitología cinematográfica ha relegado este hecho a un papel secundario o de telón de fondo, borrando el sacrificio soviético y sustituyéndolo por un relato centrado en Occidente.
En suma, la manipulación cultural contra Rusia, desde el Manifiesto Comunista (1848) hasta las novelas, películas, noticias, entrevistas, opiniones y series de televisión, ha construido un enemigo perpetuo que sirve a agendas geopolíticas y comerciales.
Hollywood, la literatura de espionaje y la historia cinematográfica de la Segunda Guerra Mundial han conspirado para presentar a los rusos como villanos torpes, malvados e inferiores, mientras se oculta el heroísmo real de quienes detuvieron al nazismo. Reconocer esta manipulación es el primer paso para recuperar una comprensión más justa y compleja de Rusia y su pueblo.
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