Cada año, un problema golpea a miles de familias en todo nuestro país y también aquí, en nuestra ciudad: las inundaciones. No importa si estamos en el norte, en el centro o en el sur de México, cada temporada de lluvias vemos cómo pueblos enteros se quedan bajo el agua, se pierden casas, cosechas y lo poco que tiene la gente.
Los gobiernos no invierten donde realmente se necesita porque el drenaje no da votos ni sirve para tomarse la foto.
Y aquí, en la Ciudad de México, no es la excepción. Cada año, miles de capitalinos, sobre todo los que vivimos en colonias populares, sufrimos igual o peor. Pero ¿nos hemos puesto a pensar seriamente por qué pasa esto?, ¿por qué siempre somos los pobres los que más sufrimos?, ¿quién tiene la culpa y qué podemos hacer nosotros como organización para defendernos y exigir soluciones de verdad?
Cada temporada de lluvias hay inundaciones en Veracruz, Tabasco, Chiapas, Hidalgo, Puebla y muchos estados más. Miles de familias lo pierden todo, quedan afectadas y se quedan esperando la ayuda del gobierno, que la mayoría de las veces nunca llega.
En este sentido, las inundaciones en la Ciudad de México no se deben sólo a que llueve mucho o solamente al cambio climático, como quieren hacernos creer las autoridades. Esa es la excusa de siempre. La verdadera causa es la negligencia del gobierno, que ha abandonado por completo el mantenimiento de la infraestructura hidráulica.
El drenaje profundo, construido en los años setenta, fue pensado para evitar este tipo de desastres. Es una red gigantesca de más de 11 mil kilómetros de ductos conectados con tuberías secundarias. Pero esa red ya está vieja, obsoleta y requiere limpieza, reparación y modernización constantes. ¿Y qué han hecho los gobiernos? Nada serio. Porque no es una obra que luzca, no da votos, no sirve para tomarse la foto ni cortar un listón.
Peor aún, cada año se recortan los recursos para atender este problema. Con Mancera se destinaban más de 13 mil millones de pesos al drenaje. Sheinbaum subió el presupuesto su primer año, pero después lo bajó. Clara Brugada ha prometido 15 mil millones, cantidad que claramente no alcanza para una red que en muchos tramos tiene más de ochenta años de antigüedad.
Y lo poco que sí se destina muchas veces se pierde en la corrupción: contratos inflados, obras mal hechas, licitaciones amañadas. Hay colonias donde no se ha limpiado el drenaje en más de diez años, y cuando llueve fuerte, ¿quién sufre los desastres? La gente humilde, que lo pierde todo: muebles, ropa, documentos… hasta la salud, porque se meten las aguas negras a sus casas.
¿Y quién tiene la culpa? El gobierno actual, que lleva casi treinta años gobernando esta ciudad. Cada campaña nos promete que acabarán con las inundaciones, pero cada año estamos peor. ¿Por qué? Porque no invierten donde realmente se necesita.
En lugar de arreglar el drenaje o mandar brigadas a limpiar coladeras en las colonias, presumen glorietas, conciertos, festivales y remodelaciones en zonas céntricas. Esas sí se ven, esas sí se pueden anunciar, esas sí dan votos. Mientras tanto, en nuestras colonias no hay ni camiones de desazolve suficientes. Las autoridades dicen que “no hay presupuesto” o “no hay gasolina”, pero eso sí, siempre les alcanza para sus obras de relumbrón o para aumentar el gasto para publicitar a sus candidatos.
Y como siempre, los más afectados somos nosotros, los que vivimos en las zonas populares. Las grandes avenidas como Insurgentes, Tlalpan o Circuito Interior se inundan y colapsan la ciudad entera. Pero cuando el agua se mete en nuestras casas, en Iztapalapa, Tlalpan, Gustavo A. Madero o Venustiano Carranza, el daño es mucho mayor.
Se mezclan aguas negras, se pierden las pocas pertenencias que tenemos, y lo peor: no hay nadie que se haga responsable. Nadie viene a ayudarnos, o vienen muy tarde. Y no hablemos de reponer lo perdido. Eso no es sólo abandono, es una política deliberada en contra del pueblo trabajador.
El año pasado, solo en Iztapalapa hubo más de noventa inundaciones. En Tlalpan, más de sesenta. Y muchas de esas colonias no han recibido ni una sola jornada de limpieza en años. Así es como los gobiernos actuales tratan a los pobres.
Frente a este abandono, no podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos seguir esperando a que un gobierno corrupto y negligente haga lo que le toca por ley: cuidar la infraestructura básica que nos protege. Debemos organizarnos más y mejor. Debemos exigir que el dinero de nuestros impuestos se invierta en lo necesario: en drenaje, en mantenimiento, en limpieza de ductos y en prevención de inundaciones, no en obras de relumbrón. Es nuestro derecho exigir a las alcaldías que se hagan trabajos preventivos, que envíen los camiones de desazolve, que limpien las coladeras y que mantengan el drenaje funcionando.
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