Nunca un mensaje a la prensa, nunca un anuncio de acuerdos, jamás una invitación a los medios. El Club es sinónimo de un silencio público absoluto. ¿Por qué? La respuesta es simple; entre la sociedad secreta están los barones de los medios de comunicación: David Rockefeller, Conrad Black –el ahora caído en desgracia ex propietario de 440 medios de comunicación de todo el mundo, desde Jerusalem Post al principal diario de Canadá, The National Post-, Edgar Bronfman, Rupert Murdoch y Sumner Redstone, director de Viacom, un conglomerado mediático internacional que aglutina virtualmente a todos los grandes segmentos de la industria de la comunicación. Por esa razón poco o nunca ha oído usted hablar del Club Bildelberg.
Esta poderosa élite, son hombres y mujeres cuya única ideología es la del dólar y su mayor pasión, el poder. Deciden cuándo deben empezar las guerras o cuándo deben acabar. Los cambios fronterizos posteriores los deciden ellos y también quiénes se van a beneficiar tras la dolorosa reconstrucción de cada proceso bélico, en cualquier parte del orbe, siempre con costos humanos altísimos. Poseen los bancos centrales, y por lo tanto, están en posición de determinar los tipos de interés, la disponibilidad del dinero, el precio del oro o incluso qué países deben recibir qué préstamos o cuáles no. Realmente los exponentes del capital acechan al mundo y encierran innumerables peligros con su silencioso actuar.
Sí, son los poderosos entre los poderosos. El Club Bildelberg representa una minoría de todas las naciones occidentales –financieros, industriales, banqueros, políticos, líderes de corporaciones multinacionales, presidentes, primeros ministros, ministros de Finanzas, secretarios de Estado, representantes del Banco Mundial, la OMC y el FMI, ejecutivos de los medios de comunicación y líderes mundiales-, un gobierno en la sombra que se reúne en secreto cada año, (en la que participan entre 120 a 150 participantes, además de su Comité Ejecutivo) para debatir y alcanzar un consenso sobre la estrategia global, apunta Daniel Estulin, periodista y escritor ruso que ha dedicado décadas de su vida para investigar esta sigilosa y selectísima asociación. El rastro que ha encontrado le permite asegurar, sin lugar a dudas, que se trata de un centro de influencia mundial: "es el que decide, con un secretismo total en sus reuniones anuales, cómo se llevarán a cabo sus planes".
El interés por dominar el mundo, no es una novedad en la Historia de la Humanidad. Con el surgimiento y desarrollo de la propiedad privada, los intereses de las clases dominantes se convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no se limitaba a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos. Donde esto halla su expresión más acabada es en el modo capitalista, que prevalece hoy en Europa Occidental y en Estados Unidos. Los capitalistas que dominan la producción y el cambio, sólo pueden ocuparse de la utilidad más inmediata de sus actos. Ya antes otros lo intentaron. En antiguas civilizaciones de nuestro planeta, la esclavitud y los abusos por parte de la élite dominante eran apenas la infancia del proceso de dominación que se cierne sobre la vida de millones en este siglo.
"Mantener a la mayoría de la población en un estado continuo de ansiedad interior funciona...la técnica del Club Bildelberg, repetidamente utilizada, consiste en someter a la población y llevar a la sociedad a una fuerte situación de inseguridad, angustia y terror, de manera que la gente llegue a sentirse tan desbordada que pida a gritos una solución, la que sea...no esperemos, pues, –continúa Estulin-, castigos ni agresiones claras y explícitas por parte de los amos del mundo sobre la población en general (sí sobre personas concretas), por lo menos hasta que consigan reducir a la población hasta el nivel que ellos consideren ´manejable´ y estén seguros de no perder el control sobre ella. Su táctica por ahora, es mucho más sutil y taimada, y están utilizando el conocimiento de todos los grandes cerebros del último siglo para conseguir sus objetivos: el sometimiento absoluto de la población".
Este hecho sobrepasa la peor pesadilla de Orwell que, adelantado a su época realizó una interpretación futurista basada en la crítica a los totalitarismos y a la opresión del poder, hoy un gobierno invisible, omnipotente, que tira los hilos desde la sombra, controla al gobierno de los Estados Unidos, a la Unión Europea y las instituciones más grandes a nivel global.
Entre el 29 al 31 de mayo de 1954, cerca de Arnhem, en los Países Bajos se desarrolló la primera reunión. En aquella ocasión participaron 70 personalidades provenientes de 12 países. Todos los presidentes americanos desde Eisenhower han pertenecido al Club. También Tony Blair, así como la mayoría de los miembros principales de los gobiernos ingleses; Mario Monti, comisario europeo de la Competencia; Pascal Lamy, comisario de Comercio; Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal, Henry Kissinger; la dinastía Rothschild; Jean-Claude Tricher, la cabeza visible del Banco Central Europeo; James Wolfensonm, Hillary Clinton, Bill Gates, etc, así como el financiero George Soros, especulador capaz de hacer caer monedas nacionales en su provecho en minutos; y todas las familias reales de Europa. Junto a ellos se sientan los propietarios de los grandes medios de comunicación.
Secretismo puro. Nadie puede comprar una invitación para uno de los encuentros Bilderberg, aunque muchas multinacionales lo han intentado. En este Club están sólo los patriarcas de la economía y de la política global, cuyos objetivos son desconocidos por la población mundial y pocos o nadie habla de los intestinos del Gobierno Mundial cuya cabeza de puente apenas bosqueja Estulin en su libro, digno de una lectura, alejada de apasionamientos chovinistas o heredados de la Guerra fría.
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